Reseña de ÁTTA (2023) de Sigur Rós

Muchas son ya las obras de carácter post-apocalíptico que tenemos en el mainstream hoy en día, y en lo personal no siento que cansen, porque de una u otra manera, cada una de ellas tiene su forma particular de contar el porqué del apocalipsis.

Sigur Rós nos cuenta su versión, y ni siquiera han sido necesarias las palabras. El trío de Rekyavik regresa con ÁTTA (2023), su primer disco de larga duración en diez años desde Kveikur (2013). En este, podemos resaltar a rasgos generales la presencia melódica por montón, además de catalogarlo ya como el disco más minimalista de toda su discografía, una de las más pulcras del nuevo milenio.

Volar es casi igual a nadar

Alejado de cualquier concepto de inmediatez, Sigur Rós presenta en ÁTTA (2023) un espacio de reflexión, donde a lo largo de diez canciones dejan de lado las guitarras que hablaban por sí solas o los crescendos bastante épicos de sus canciones que detonaban en un coctel sentimiental. En este material, la carga orquestal toma evidente protagonismo desde el primer track.

A lo largo de sus diez canciones, ÁTTA (2023) nos invita a volar en un imaginario colectivo de sentimientos universales, donde el avant-garde de ciertos géneros llama a la puerta en pro de una experimentación sonora que habla de la necesidad de escuchar nuevas cosas. El disco se sumerge en dimensiones comprensibles, pero contemplativas, de lo que conocemos como dream-pop, el clásico post-rock de la banda, además de una clara inspiración en el ambient.

Para este trabajo, la banda sabe todo por lo que ha pasado, desde el regreso de Kjartan Sveinsson, sus varias acusaciones en contra y todo el trayecto recorrido. Ante eso, saben lo que han madurado, y saben cómo ha madurado su público con ellxs, volviéndose inevitablemente viejos y dejando una suerte de legado, porque así es el paso humano.

El fin del arcoíris

En ÁTTA (2023) encontramos los clásicos aullidos de Jonsi empapados de un pico sensorial como no veíamos en mucho tiempo. Me gusta interpretar estos cánticos casi angelicales del líder de la banda como eso, cantos de ángeles resguardando la entrada divina de lo que sea que haya después de la vida, una alegoría al paso a una nueva existencia.

Bien lo dijo la banda sobre la portada, pues a raíz de todos los cambios sociales, políticos y culturales en el mundo, a nosotrxs como viles espectadorxs no nos queda nada más que sentarnos y mirar cómo se quema el arcoíris, ese arcoíris que podemos ver en cualquier parte del mundo justo después de una tormenta, donde creemos que viene la paz, pero no es así.

No recuerdo quién, pero dijo que el mayor problema de los seres humanos era su capacidad de pensar, porque al pensar, tenemos conciencia de todo lo que pasa alrededor, porque no solo es lo nuestro, también son los males sociales y comunes en general. ÁTTA (2023) nos invita a reflexionar sobre el caos social actual en atmósferas apolípticas.

Porque el arcoíris representa la paz en la tempestad, y ver cómo se quema nos deja perplejos al saber que aún queda más por recorrer. Mientras suenan los ángeles, el ambient y esos rasgos de post-rock, Sigur Rós nos entrega su octavo álbum lleno de un pensamiento de conciencia colectiva que va más allá del simple mensaje, sino que invita a la reflexión real y estimulante de nuestro reflejo como seres humanos.

Quizá parezca el fin del arcoíris, pero después de la lluva, saldrá nuevamente. Esperemos.