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Pitchfork CDMX Noche 3: Caos, atmósfera y algo que se sintió real

Una crónica emocionalmente desordenada de Pitchfork CDMX 2025.
Mon de León cubriendo el Pitchfork Music Festival CDMX 2025 Mon de León cubriendo el Pitchfork Music Festival CDMX 2025
Beth Gibbons en el Pitchfork CDMX 2025. Crónica por Mon de León.

Pitchfork CDMX 2025 no fue el festival mejor organizado. Tampoco el más cómodo. Pero sí fue uno de los pocos que me hicieron pensar: ok, esto sí está vivo.

El tercer día de Pitchfork CDMX fue en el Estadio Fray Nano. Un solo escenario, espacios amplios, muchas pausas entre actos. A veces costaba entrar en ritmo.

Pero también hubo detalles que indicaban que alguien estaba pensando: en un momento, el staff bajó los textiles que cubrían las torres de sonido para evitar que se inflaran con el viento. Una de esas cosas que casi nadie nota… salvo cuando salen mal. No fue el caso.

La carta de deslinde para medios generó discusión en redes, y sí, es parte del contexto de esta edición. Pero esta crónica no va de eso. No porque no importe, sino porque no es todo.

Machine Girl: no te preocupes, la distorsión es real

De lo que sí va: de Machine Girl haciendo que todo se sacudiera desde temprano. No se sintió como una banda, sino como un glitch colectivo. Mosh, ruido, sudor. Por momentos parecía que el escenario no iba a aguantar, ni nosotros tampoco. Fue hermoso.

The Alchemist y Roc Marciano: precisión sin pose

Más tarde, The Alchemist con Roc Marciano y luego Earl Sweatshirt. Otro tempo. Beats precisos, casi fríos. Cero show, pero atención total. No necesitas explotar todo el tiempo para capturar al público. A veces solo tienes que sonar bien y no estorbarle al momento.

Beth Gibbons y el aire que se volvió más denso

Y entonces Beth.

Aparece con su banda. Siete músicos. Cuerdas, luces tenues, y esa voz que no envejece. Fue como si el aire se volviera más denso. La gente dejó de moverse. Muchos cerraron los ojos. No porque estuvieran cansados, sino porque era lo más lógico frente a lo que pasaba. Cuando llegó ‘Glory Box‘ hacia el final, no hubo gritos. Solo esa especie de conexión rara que sucede cuando todo está en su lugar.

No hubo narrativa clara, y eso estuvo bien

Y sí, el festival tuvo momentos incómodos. Pausas eternas, tiempos muertos. Pero también permitió estos contrastes extremos: de la furia a la contemplación. De la distorsión de Machine Girl a la precisión emocional de Beth Gibbons. De Rejjie Snow bajando a caminar entre la gente, a Roc Marciano haciendo lo suyo como si nada.

Eso no pasa cuando todo está demasiado planeado. Eso pasa cuando hay margen para el error, para el desmadre y para el milagro.

Y este festival tuvo de los tres.

Fotos de Mon de León (@monlikesmusic).

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