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Pitchfork CDMX Noche 2: encontrando su brillo entre sombras

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El segundo día del festival Pitchfork CDMX llegó con una pregunta flotando en el aire: ¿lograría el Fray Nano capturar la magia que meses atrás lo hizo vibrar con Hipnosis? Las filas ausentes desde temprano y el goteo lento pero constante de asistentes parecían responder con escepticismo. Pero, teníamos un largo día por delante.

Los nuevos sonidos del Pitchfork CDMX

Rosas abrió el telón con esa mezcla de neo-trova y trip-hop que lo ha convertido en uno de los proyectos más llamativos de la Ciudad de México. Su presentación, debutando a su nueva agrupación El Rosal, fue un recordatorio de por qué los festivales existen para descubrir. Entre el público, los primeros fans de Black Country, New Road comenzaban a llegar, dispuestos a describir y apoyar a las bandas nacionales.

El ambiente cambió cuando A Veces Siempre tomó el escenario. “Rata” de Austin TV y Héctor de Canseco convirtieron su set en algo más que música: fue catarsis. Entre canciones que resonaban como heridas abiertas, dedicaron palabras a víctimas de abuso sexual, experiencias y palabras de apoyo a todos los asistentes. Es un proyecto muy lindo y muy especial el que tienen los músicos mexicanos.

Luego llegaron los problemas técnicos. Bedouine luchó contra el ruido de aviones, los gritos de la venta de cervezas y el murmullo del público. Aunque se lo tomó con buen humor, su voz y canciones se perdieron en la inmensidad del estadio.

Fue una de esas rarezas de los festivales: artistas brillantes, ahogados por circunstancias ajenas. Sin embargo, fue frustrante ver cómo un sonido tan íntimo chocaba con las limitaciones del recinto.

Pero la noche encontró su rumbo con la ola brasileña. Tim Bernardes sorprendió al demostrar que tenía más fans de los esperados, mientras Rodrigo Amarante mantuvo a flote un público que empezaba a bajar los brazos. Tres sets acústicos seguidos eran un riesgo, pero todos los artistas supieron manejarse bien.

Que te cante quien te quiera de verdad

Pero entonces, apareció la gran estrella de la noche, the belle of the ball, Silvana Estrada.

Con una producción que incluía orquesta y una marioneta de siete metros que recorría el estadio, la presentación de Silvana en el Pitchfork CDMX fue un huracán de emociones. Cada canción sonaba a confesión, a herida reabierta.

Su performance fue un recordatorio de por qué hacemos filas, pagamos boletos y aguantamos fallas técnicas. Cuando la vi dominar el escenario con esa mezcla de vulnerabilidad y fuerza, supe que estaba ante algo especial.

No es exagerado compararla con Natalia Lafourcade o Julieta Venegas – tiene ese mismo don para convertir canciones en experiencias compartidas.

Esta era una noche hecha para Silvana Estrada, los horarios, los actos y la producción orbitaba alrededor de la mexicana.

Cabe mencionar que invitó a Bedouine para tocar ‘One More Time‘ y, posteriormente tuvo a Bernardes y Amarante juntos en el escenario para interpretar ‘Coqueiro‘. A este conjunto lo llamó Los Choripanchos. Fue un momento de pura alegría, único e irrepetible.

Que te cante quien te quiera de verdad

El cierre lo puso Black Country, New Road, ante un público que, aunque no llenó el estadio, lo hizo sentir así. Después de años esperando verlos, su decisión de tocar solo material nuevo fue… interesante.

Entiendo el deseo de evolucionar, pero noté que algunos asistentes salieron decepcionados por no escuchar nada del Ants From Up There (2022); otros, fascinados, pues su más reciente lanzamiento está hecho para escucharse en vivo, que se siente como un trayecto con altas, bajas y un cierre emocional. Aún así, la energía del momento fue innegable.

Al final, la segunda noche del Pitchfork CDMX 2025 fue eso: un espejo de lo que son los festivales lejos de OCESA y Live Nation. Imperfecta, con altibajos, pero llena de esos destellos que solo ocurren cuando artistas y público se encuentran en el lugar correcto.

Silvana Estrada emergió como su gran estrella, pero todos —desde Rosas hasta los técnicos de sonido que lucharon contra los aviones— fueron parte de algo especial.

Quedaba un día más. Pero esa noche, entre sombras y brillos, ya había valido la pena.

Fotos por Berenice Rivera (@soy_bro).

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