El testamento punk de Greg Ginn y Black Flag en Guadalajara
Son las 20:00. Llegas al recinto. En la terraza del Guanamor Teatro Studio, unas pocas personas se relajan con cervezas en mano, compartiendo charlas amigables mientras se preparan para lo que se avecina.
A medida que te adentras en el recinto, notas que aún no hay mucha gente, aparte de los guardias de seguridad, el personal del bar y unas seis almas que ya se han aferrado a la barricada. En medio de las conversaciones, escuchas un murmullo: «La banda aún no ha llegado».
Por un instante, te cuestionas si se refieren a la audiencia o a Black Flag, hasta que se aclara que se trata de la icónica banda. Esto te brinda la oportunidad de explorar el espacio, entablar conversaciones y observar cómo poco a poco la gente comienza a congregarse en el Guanamor.
Las camisetas negras, las botas de combate y las chaquetas de cuero son la vestimenta predominante entre la audiencia. También te llaman la atención dos o tres jóvenes seguidores, listos para absorber toda la energía de una auténtica noche punk.
Fiesta punk
Un poco después de las 21:00, los primeros golpes en la batería suenan hasta la terraza, anunciando la inminente preparación del escenario. En este punto, la mayoría de los asistentes ya ha ocupado su lugar. Sin duda, es un día gran día para ser fanático de Black Flag. No siempre se tiene la oportunidad de estar tan cerca de una leyenda musical.
A pesar de que el Guanamor Teatro Studio cuenta con un aforo de poco más de 2500 personas, en esta ocasión lo limitaron a solo la parte frontal del escenario, generando un espacio íntimo y acogedor perfecto para la experiencia.
El concierto de Black Flag es más que una simple presentación; es un evento que despierta emociones encontradas, una oportunidad para presenciar una banda pionera del movimiento punk en su máxima expresión.
La historia de Black Flag está marcada por su actitud desafiante y su energía cruda, que dejaron una huella imborrable en la música y la cultura. Fundada a mediados de la década de 1970, la banda ha influido en innumerables músicos y ha ayudado a dar forma al punk tal como lo conocemos hoy.
A lo largo de los años, la alineación de Black Flag ha experimentado cambios significativos, pero su influencia perdura. En esta ocasión, la banda llegó a la ciudad de Guadalajara con una formación que incluye a Harley Duggan en el bajo, Charles Wiley en la batería, Mike Vallely en la voz y Greg Ginn, el único miembro fundador que queda, en la guitarra.
Frenetismo y salvajismo
El Guanamor Teatro Studio se llenó del espíritu punk, tanto los nostálgicos que habían vivido la era dorada del punk como la nueva generación de seguidores que continúan siendo inspirados por su legado, se congregaban para presenciar el espectáculo.
Finalmente, la banda hace su entrada al escenario. cuatro personajes suben al escenario y se posicionan en sus respectivos instrumentos. Continúan con una breve prueba de sonido, creando una atmósfera de anticipación en el público. Sin previo aviso, comienzan a tocar y el público responde corriendo hacia el escenario para sumergirse en la actuación.
Nuestra guerra
El espectáculo se divide en dos partes. Comienzan con canciones de My War (1984), ya que este tour es principalmente un homenaje al álbum que casi cumple 40 años desde su lanzamiento. Las canciones resuenan con la audiencia, que canta y se mueve al ritmo de la música. La voz del cantante, inicialmente afectada por problemas en la garganta, se recupera gracias a unos tragos de whisky y la adrenalina de la presentación. La audiencia forma un moshpit, un torbellino en el que los asistentes chocan, rebotan, patean y se levantan entre sí.
Después de una breve pausa, la segunda parte del espectáculo continúa con más de los éxitos más grandes de la banda. El público sigue bailando, saltando y cantando junto con cada acorde. El ambiente está cargado de energía, adrenalina, cerveza en el aire y sudor.
A pesar de ser un concierto íntimo, las personas presentes demostraron que iban a disfrutar el show. El moshpit se convirtió en una muestra de la pasión y el compromiso de los seguidores de Black Flag. La audiencia se mantuvo bailando sin parar hasta el final del espectáculo.
Los presentes vivimos un tributo a la historia del punk y una celebración del legado de los Black Flag. A medida que la música sonaba y la audiencia se entregaba a la experiencia, quedó claro que Black Flag continúa siendo una fuerza influyente en la escena musical y un faro para los amantes del punk en todas partes.
Mientras la banda se despedía del escenario, quedó claro que su legado perdurará por muchas generaciones más, inspirando a amantes del punk a desafiar lo establecido y mantener viva la rebelión musical.