16: ‘(SEIS)’, el pináculo experimental y contemplativo de The Guadaloops

El máximo propósito de The Guadaloops siempre ha sido generar un espacio de fluidez natural y orgánica, donde sus más grandes sueños, delirios, sentimientos y pensamientos vuelen y se balanceen sobre las finas notas que salen de cada instrumento de la banda. Lo hemos visto desde su inicio como agrupación, donde la libertad creativa es notable por la experimentación de distintas ramas del hip hop y la electrónica canónica, sin escatimar en recursos culturales nacionales.

Esta es el alma de The Guadaloops: Naturaleza humana, introspección y realismo, todos en un aura de tranquilidad y atmósfera, decayendo irresistiblemente en el concepto de la música contemplativa, pues arriesgadamente han sabido mantener su proyecto cerca del sonido accesible para todo el público.

En discrepancia de lo anterior, aunando a su nuevo concepto grupal, The Guadaloops sorprende con su sexto álbum, (SEIS) (2021), el punto más álgido, extravagante y experimental de la banda. A diferencia de su predecesor directo, Almanueva (2016), en este nuevo trabajo, el recurso melódico no es tan evidente, ni el atmosférico, pero hay diversos puntos que sí hay que resaltar.

Experimentación a costa de la atmósfera

Lo que caracterizó a la banda durante bastante tiempo fue una cargada explotación de recursos lingüísticos y poéticos en todas sus canciones, acompañada de una base de beats que iba con la temática fantástica que significaban las letras. En esta nueva entrega este punto no es canónico. (SEIS) (2021) se enfoca directamente en la experimentación de las vocalizaciones y la misma instrumentalización.

Las bases de rap no son tan delicadas y finas como antes, pues se esmeran en crear un ambiente más grotesco y pesado en todo el disco, y creo que la experiencia es formidable, se logra bien el propósito. Para quienes estábamos acostumbrados al ambiente poético que generaban las canciones del colectivo chilango quizá (SEIS) (2021) resulte un poco difuso y hasta difícil de escuchar, es normal. Es la primera vez que The Guadaloops actúa bajo estas condiciones y hay que reconocer que se les da bien. El sonido reggaetonero se le da de maravilla al conjunto.

El disco es disfrutable, sabroso, innovador dentro de lo que representa la banda, pero no es hasta la octava canción que Tino El Pingüino hace presencia. No sé qué tanto pudo haber afectado la casi nula interacción del rapero en el disco, digo, porque el disco no se limitó a que Tino llegase para tomar el papel del rap, pues se ejerció de manera excelente. Sin embargo, hubiera sido más llamativo escuchar a Franco, nombre real de Tino, fluyendo sobre bases muy ajenas para él.

El pesado ambiente de las líricas y las colaboraciones

No hay que decir que The Guadaloops perdió méritos o hasta su esencia por optar por letras menos fantásticas como antes, creo que el contexto es más complejo del que podemos escuchar en las canciones. Todos estamos de acuerdo en que el sonido empleado en (SEIS) (2021) no es apto para albergar una estructura lírica y poética como en anteriores trabajos, justificando puramente lo experimental y pesado que resulta lo instrumental, donde los ritmos son más urbanos y contemporáneos, por lo que las letras son justamente eso, urbanas y contemporáneas.

Líricamente la banda está creciendo bien, encaminados hacia un futuro prometedor de la banda, uno donde la experimentación resurge más allá del sonido, pues también tenemos que tocar uno de los puntos más importantes y que más peso le da a este álbum: Las colaboraciones.

El abrirse a colaboraciones con demás exponentes del género en México no solo abre una posibilidad conceptual para la banda, también sirve como amplitud a nuevos sonidos y oyentes. Las colaboraciones fuerzan a la banda a salir de su zona de confort, y lo hacen de manera exquisita y muy natural, rasgando toques de electrónica atmosférica y bases influenciadas por trip hop.

Por su parte, las canciones con Mike Díaz y Pato Machete sumergen al escucha a un ambiente hostil y agresivo, con Fntxy la vibra se vuelve bailable y hasta tropical, y ni hablar del mantra que supone la canción con Cozy Cruz, mitad de La Plebada, llevando el corrido a la mesa, haciendo a The Guadaloops experimentar con sonidos acústicos en el estudio.

«Los días pasan lento«

Las artes visuales que acompañan al disco nos dan una idea de por qué camino interpretar este trabajo, que, personalmente, es el más complejo de comprensión de toda su discografía. Como dijo la banda en sus redes: «(SEIS) (2021) es un disco para contemplarse en esos días en que el tiempo pasa lento, para recordar aquella vez que se detuvo el mundo«.

Creo que este disco va de contemplar y ver con añoranza todo lo que la pandemia nos quitó o dificultó; algunos perdieron personas importantes, otros su rumbo, rutina, estabilidad mental. (SEIS) (2021) marca la pauta para sentar cabeza con uno mismo y pensar en lo que sigue.

Lo agradable del concepto general del disco es que la experimentación no se queda solo en lo sonoro o lírico para la banda, si no que salta al mundo real, donde toca las sensibles fibras de cada persona que haya pasado por momentos de crisis en estos últimos meses, volviendo a tener ese recurso humano que tanto caracteriza a la banda.

The Guadaloops cambió sus principios para deleitarnos con el trabajo más ambicioso y experimental de su ya consolidada carrera. Ahora con el (SEIS) (2021) en sus palmares, no queda ninguna duda de la inquieta mente del quinteto por explorar nuevos sonidos y la mente humana, creando un ecosistema de música y sentimientos que desborda eclecticismo y vanidad.

El proyecto es uno bien cuidado, que va creciendo conforme los partícipes lo hacen. La magia de The Guadaloops sigue allí, intacta, pero con otras prioridades y formas de ver la vida. Lo contemplativo se gana el protagonismo de este nuevo disco que, más que ser otro álbum más, resulta el pináculo de la carrera de la banda.

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