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Judeline y la noche de luna llena en Guadalajara, la mangata nos embrujó

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Judeline en Guadalaja Judeline en Guadalaja

El cielo y lo onírico comparten un espacio donde el tiempo se diluye y la lógica se desvanece. Son territorios donde habitan los anhelos más profundos, los recuerdos difusos y las emociones puras.

En lo onírico, el cielo no es solo un lugar elevado, sino un refugio sensorial: una idea, una promesa de paz, un paisaje moldeado por la intuición más que por la razón. Allí, todo flota, todo vibra suave. Es un estado mental donde lo intangible cobra forma y lo cotidiano se transforma en algo sagrado.

Judeline habita un territorio parecido al cielo llamado Bodhiria, un plano profundamente etéreo que, a diferencia del cielo, se vive la ambición y el deseo a flote, y su voz se convierte en un canal entre lo terrenal y lo celestial. Cada nota que entona parece flotar, como si descendiera para envolvernos en un trance emocional lleno de misterio y anhelo.

Bodhiria es un mundo onírico que conocemos perfectamente y al que entramos de manera constante, donde también solemos transformar nuestro sentir.

Representación gráfica del concepto de Bodhiria (2024), extraído del X de Judeline.

Cuando abra las puertas del cielo: Judeline en Guadalajara

La puerta a este mundo onírico se abrió el 25 de abril. La luna llena y los sonidos oníricos, acompañados de una voz angelical, crearon una noche única en donde Judeline nos dio un show tan íntimo y enigmático, presentándose por primera vez en Guadalajara en el C3 Stage.

Lara salió del backstage acompañada de su bailarín Héctor Fuertes y comenzó a sonar el intro de ‘Bodhitale‘. El escenario contaba con un montaje visual sencillo que contrastaba a la perfección, ya que dejaba todo el protagonismo a la música y al performance que estábamos a punto de presenciar. Una atmósfera enigmática donde la melancolía y la esperanza conviven a la par.

Cada detalle era muy significativo, el esquema de iluminación no solo acompaña, sino que amplificaba la esencia de cada canción, envolviendo cada tema y haciéndolo más interpretativo: el uso de los tonos rojos intensos, ¡pintaban el escenario durante piezas como ‘BRUJERÍA!‘ y ‘luna roja‘, mientras que las luces frías teñían de melancolía temas como ‘Heavenly‘ y ‘zarcillos de plata‘.

En cambio, los destellos blancos y las tonalidades cálidas aparecían cuando el deseo tomaba el papel principal con canciones como ‘TU ET MOI‘ o ‘2+1‘, creando una atmósfera cargada de sensualidad y pulsión emocional.

Al igual que con el performance de Lara y Héctor a la hora de interpretar cada tema, los movimientos y  la coreografía destacaban mucho por mostrar una visión del deseo y la rendición ante la vulnerabilidad más pura y el anhelo más humano.

Esa misma energía se trasladó al espacio entre canciones, donde surgió la oportunidad de conectar con el público. De esta manera Judeline confirmó que no solo pertenece a la nueva ola de música urbana, sino que también es capaz de tocar lo intangible.

Sutileza y excentricismo

Después de poco más de una hora, Judeline cerró su show en Guadalajara envuelta en aplausos y gritos, dejando tras de sí un eco ensordecedor. Dejando en claro que Bodhiria no es un lugar imaginario, sino un estado al que se puede entrar si se escucha con el corazón abierto y el cuerpo dispuesto a sentir.

Y que en su voz no sólo existe una sensualidad sutil al momento de entonar cada verso, la letra de cada una de sus canciones crea un roce invisible que despierta anhelos dormidos. Su música no solo invita a sentir, sino a sucumbir ante la urgencia del deseo que sigue siendo una llama inevitable.

Fotos por Edson Wong (@vvong_).

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