Mujeres tristes en la música: Un relato sobre voces melancólicas y el poder de la opinión masculina
#IntraCassini es una sección donde el equipo de redacción de Cassini aborda un tema de interés propio con completa libertad, siendo un texto puramente opinativo, descubriendo el mundo de cada mente creativa.
Era 2013 y en distintos nichos en redes sociales se posicionaba una nueva realidad para la juventud femenina, estar triste y ser diferente se había convertido en algo “cool”. Una era que poco a poco se olvida, pero cuya influencia aún se filtra por doquier.
Recuerdo aun cuando cambié mi indumentaria infantil y colorida por una falda de tenis negra y zapatos de plataforma, la brillantina en la cara por un estilizado delineado de gato en el párpado, el cual nunca supe dibujar correctamente. La música que escuchaba por primera vez se sentía personal y me identificaba con afinidad hasta peligrosa con las líricas depresivas de Lana del Rey y Lorde.
Yo una niña de tan solo 12 años por fin le daba sentido al lente gris a través del cual veía mi existencia, a las jóvenes se nos permitía estar tristes y además esa tristeza se había convertido en algo bello.
Melodrama infantil
Sucumbir ante mi depresión no sonaba tan mal cuando me vestía como un personaje de una película de Sofia Coppola -o al menos intentaba- y el soundtrack de eventos tristes en mi vida se componía de puro melodrama, acompañándome en mi descenso a una tristeza cada vez más profunda.
Muchas variaciones de la estética de niña triste se han dejado ver con el paso de los años y con ello se popularizó todavía más. También se extendió a muchas otras comunidades sin distinción de género, creando toda una generación de niños tristes y que no hacen mucho por salir de ahí.
Hay una frase de dudosa procedencia que recuerdo todos los días y describe mi sentir: “sufrir se siente religioso si lo haces bien”. La depresión me ha hecho sentir como un ser especial, profundo, hay algo más que me distingue y es por eso que mi tormento se justifica. La realidad es que, aunque he descubierto mucho sobre mi persona y el mundo en ese estado, no hay razón coherente para mantenerse hundida.
Entonces me pregunto, ¿por qué se premia y embellece muchas veces esta conducta auto destructiva?, ¿por qué el arte funesto se le da más valor? Hay un ejemplo que encuentro acorde para demostrar esto. Rosalía alguna vez fue tomada en serio.
Exigencia
Antes de “te quiero ride”, en 2018 se estrenaba una “obra maestra” de la música hispana, El Mal Querer (2018). Es conceptual, es pasional, se habla de sufrimiento y del empoderamiento que surge de este. Es religioso, es femenino. Narra un relato místico de un mal de amores ambientado con flamenco.
Pero Rosalía se convirtió en algo poco digno de atención cuando comenzó a enfocarse en distintos sonidos y temáticas. Parece que se le castiga por demostrar -aparentemente- poca profundidad. Como si no tuviera permitido cambiar, ella misma lo dice en una canción: “yo soy muy mía, yo me transformo”.
Lo mismo pasa con Lorde, otra sad girl por excelencia, quien lanzó una oda al verano el año pasado: Solar Power, donde invitaba a divertirse y salir a disfrutar solo porque sí.
Dejando de lado las criticas objetivas y reales hacia la música de las artistas, muchas veces parece que se les castiga por ya no estar deprimidas como antes, por explorar algo más que desolación y tortura.
Y ahí es donde infiero que el único valor que se nos da es cuando no disfrutamos completamente de nosotras mismas, solo tenemos algo que ofrecer cuando sacrificamos felicidad.
Y si ese arte que me ayudó a sobrellevar mi adolescencia y me llevó a descubrir mundos nuevos es bastante valioso y sigue permitiendo crear compañía para muchos niños tristes, no es el único que importa y mucho se puede hacer cuando sales del hoyo y te das cuenta que a veces la vida sí es bonita.
Las estéticas alrededor de la depresión son muy bonitas, pero son bastante peligrosas y, si bien, nos ayudan a sobrellevar lo que sentimos, hay que tener cuidado con que no se conviertan en una excusa más para no mejorar. En un estado de paz también hay sentimientos nuevos y profundos por explorar.
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