Rosalía en el TELMEX: El cuerpo y el alma como lenguaje artístico, una experiencia narrativa audiovisual
Txt por Andrés Cassini (@andrescassini_)
Ph por Edson Wong (@vvong_)
Desde el avistamiento del conceptual El Mal Querer (2018) hasta el raro pero excéntrico «te quiero ride» de este año, Rosalía había demostrado ser una de las artistas más multifacéticas en habla hispana. Porque si ya de por sí resulta complejo realizar un álbum conceptual, es más aún cuando éste tiene una narrativa basada en un libro de hace más de 800 años.
Fue justamente en este disco previo que descubrimos la importancia de la narrativa sonora, lírica y visual que Rosalía planteaba llevar en sus shows. Me contaron que el concierto que dio en Ceremonia tenía algunos vestigios primerizos de lo que vimos en el TELMEX, pero no me quiero adelantar. Lo que quiero decir es que este show en vivo fue la solidificación de todas esas ideas y conceptos.
Pero bueno, vamos en orden cronológico desde acá.
Soy todas las cosas, yo me transformo
La parafernalia alusiva se veía en las caras de todxs lxs asistentes; aunque existíamos lxs tibixs que fuimos de algún color neutro. Pero desde el estacionamiento del Auditorio, la mayoría jóvenes, ya empezaban a corear alguna de las canciones más famosas o grabar algún TikTok mientras se hacía la hora que marcaba su boleto.
Negro y rojo, abanicos, playeras rotas y muchísimos conjuntos DIY. Acá es cuando percibí que esto sería más que un concierto. Lo percibí en persona, porque en la comunicación digital ya daba para más. Me explico: Jamás, en mis años yendo a conciertos, tuve que tener cuidado con no «spoilearme». Desde allí ya te das cuenta que esto no es cualquier cosa.
Una vez dentro, la congregación fue máxima; nunca había visto el TELMEX agotadísimo. La tercera llamada llegó, y lxs pocxs que aún estaban en el vestíbulo corrieron a sus asientos; la entrada llegó con una canción de Ni Hao!, un avant-garde con cierta electrónica potente que dio inicio a la odisea de concierto.
Ya poniéndonos en perspectiva, tenemos que dividir el show en dos partes, y acá comienza la primera.
La narrativa audiovisual, parte 1: El cuerpo
El escenario se mostraba «minimalista» aunque algunxs puristas me satanicen por el uso del término; porque desde la portada de MOTOMAMI (2022) se nota, desde la producción de cada canción, desde la manera magistral de presentarlo ante el mundo como un nuevo disco experimental… y en el mainstream.
Dos pantallas laterales, un cuadrado de luces en la parte de arriba, una pantalla media que era «continua» hasta los pies de Rosalía, pero que se convertía en tela, obvio, ni modo que pisaran una pantalla.
Esta escenografía está bajo el mando de Carlota Guerrero, artista que además de crear parte de la identidad visual de artistas como Arca o Solange, lleva el concepto de la «transformación» a un plano material y adaptable para todxs. Y qué mejor que la «transformación» que el de Rosalía en MOTOMAMI (2022).
Ya hablando de las canciones, una bestialidad meter en los primeros diez minutos, y sin darnos cuenta, ‘SAOKO‘, ‘CANDY‘ y ‘BIZCOCHITO‘. Fuerte inicio para adentrarnos en una experiencia audiovisual donde la narrativa va fija en un recurso importante: El cuerpo humano como expresión artística.
¿Cómo se logró esto? Con ocho bailarines que en momentos tomaban muchísima relevancia por la calidez, naturalidad y humanidad de sus bailes. Además de los movimientos de Rosalía, estos bailarines comenzaron a potenciar el recurso narrativo del que te hablo.
Impresionante cómo doblaron sus cuerpos en menos de quince segundos para hacer una moto mientras sonaba ‘MOTOMAMI’. Totalmente increíble. Y posterior a ello, entramos en una catarsis, porque lo previo habían sido canciones enérgicas que invitaban a baile que, poco a poco, empezaron a mostrar lo interino de este cuerpo.
Porque sí, el cuerpo es volátil, en una magnitud física y en las implicaciones que esto implica. Esto se entiende entre las canciones que componían la primera parte del set, donde las ya mencionadas hicieron su presencia, así como ‘BULERÍAS‘, ‘Dolerme‘, ‘DE AQUÍ NO SALES‘ y la hermosísima ejecución de ‘G3 N15‘, donde me quiero detener.
En ‘G3 N15‘, Rosalía da unas palabras de dedicatoria a quien parecer ser algún niño que ella extraña, quizá un familiar o amigo de la familia. Quizá hasta una metáfora, quién sabe. Pero al ser de las pocas canciones donde se detuvo a explicar el significado le da un nuevo sentido, hay algo más allí, y creo saber qué es.
La puesta en escena fue simple: Las pantallas que mencioné arriba, una plataforma circular y lxs nueve en escena. Los bailarines cargaron en brazos a Rosalía, cual Jesucristo, poniéndola en ese pedestal que empezó a girar mientras los acompañantes de la española se postraban «cansados» a sus pies mientras ella gritaba con dolor y hasta arrepentimiento.
Se interpreta esto como el ahogamiento del cuerpo, cuando éste ya no puede más con las ataduras terrenales y necesita trascender. La transición: ‘DIABLO‘.
La narrativa audiovisual, parte 2: El alma
‘DIABLO’ fue la canción que partió el show en dos; Rosalía se sienta en una silla y comienza a quitarse el maquillaje y sudor con una toalla blanca mientras el lienzo detrás de ella es rojo vivo. Solo ella entrando en una catarsis intrapersonal donde se desprende por fin de las ataduras corporales para dar paso a la esencia: El alma.
Los mechones en trenza que tenía comienzan a caerse, cortando uno por uno, dando paso a la segunda parte del show donde es ella misma. No digo que en la primera parte del set donde el protagonista fue el cuerpo fuera otra persona, pero aquí es donde notamos al 100% su faceta más personal e íntima.
¿Qué pasa después de ‘DIABLO‘? ‘HENTAI‘, una canción que en su momento fue un meme, pero que ya aplicándola con la temática del show del cuerpo y alma como expresión narrativa, se concibe como una canción muy personal. Es Rosalía escribiéndole una carta de amor al pene de su novio, de la manera más preciosa y minimalista posible.
Las limitaciones físicas ya no existen; estamos ante el alma de Rosalía, donde nos va a entregar lo que siempre había querido hacer. En una entrevista con Jaime Altozano, dijo que MOTOMAMI (2022) era la música que siempre había querido hacer, sin conceptualizaciones narrativas de lleno, y con la libertad de meter cuanta música y experimentaciones quisiera.
Me justifico diciendo esto con las canciones venideras: Un popurrí de todos sus mixes de reggaetón: ‘TKN‘, ‘Relación‘, ‘Yo x Ti Tú x Mí‘ y una suerte de cover de ‘Gasolina‘ de Daddy Yankee. Sentí esto como una contra respuesta a quienes criticamos su abrupto cambio y apropiación de la cultura afrocaribeña, porque hay que decirlo como es.
El concierto se tornó más alivianado y fresco desde aquí; la gente tenía que lo venía buscando: Baile, show audiovisual sorpresivo y reggaetón, las canciones por las cuales Rosalía conquistó México y la gran parte de Latinoamérica.
A partir de acá, el alma de Rosalía se dejó llevar por la compañía de 11,500 asistentes -al menos eso dicen los datos de capacidad del TELMEX-. ‘COMO UN G‘, ‘MALAMENTE‘, ‘CHICKEN TERIYAKI‘ y ‘Con Altura‘.
Protagonismo minimalista
Ya hablamos de la narrativa audiovisual; un espectáculo minimalista donde Rosalía se desprendía de las ataduras físicas del cuerpo llano para trascender y transformarse como un alma atemporal viajando por el cosmos. Pero, ¿cuál es el mensaje de todo esto? Ella misma.
No hay más que buscarle, Rosalía es su protagonista, el mensaje es ella y el medio para llegar al mensaje es ella misma, su cuerpo y su alma.
Este tipo de espectáculos audiovisuales sobresalen del resto en una época donde la industria del concierto está saturadísima. Más de 400 conciertos nos esperan en lo que resta del año, y da para pensar, porque hay que destacarse. Porque luego existen los que pudieron haber sido un correo y ya está.
Me refiero a que hay que tener una diferenciador, por el lado artístico y por el lado empresarial, y shows como el MOTOMAMI World Tour vinieron a marcar esa pauta de cómo mantenerse relevante en la industria del entretenimiento y hacer valer cada peso que se paga por entrada.
Así fue como Rosalía cautivó a los espectadores en una experiencia narrativa audiovisual, preciosísimo concierto, porque ya lo dijimos en nuestra ReseñaCassini del disco de Bad Bunny: Impresionante que estemos en una época donde las voces hispanas resuenan en todo el mundo.
Pero caemos nuevamente en cuenta del monopolio cultural y la colonialidad que vivimos a partir de estas prácticas artísticas. Unas por otras.
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