Las primeras horas de este 08 de septiembre marcaron la llegada de un álbum que para su autor significó algo parecido a ‘volver a casa’. Y es que en Playing Robots Into Heaven (2023), James Blake despierta viejas usanzas para entregar un material que hace recordar las bases que catapultaran su carrera: experimentación, introspección, y la libertad que otorga la música.
A lo largo de casi 43 minutos Playing Robots Into Heaven (2023) tiene marcados cambios en velocidad y ánimo. Tracks de la primera mitad del disco como ‘Fall Back’ pertenecen de forma obligada a los clubes, a las pistas de baile, y en temas finales como ‘Night Sky’ unx escucha inconfundible el trabajo ambient, minimalista de Blake, ese que tiende a ritmos más suaves, casi personales.
Este disco, sexto en su carrera, ve al también productor inglés usar herramientas conocidas: loops, sampleos, la mezcla y el arreglo de vocales del propio artista, la batería, el piano, y claro está, los sintetizadores; todos elementos que a lo largo de sus producciones de estudio Blake ha sabido mezclar y entretejer a su favor, dándole vida a todo un espectro completo de sonidos.
En palabras de Blake: ‘El álbum entero es, básicamente, el arco de un rave, o tal vez el arco de algún tipo de experiencia con drogas que incluye una subida y un bajón. ‘Asking to Break’ [primera canción del disco] establece eso en primer lugar y luego ‘Loading’ [segunda canción del disco] comienza a llevarte más a fondo a ese lugar, con un poco más de euforia’.
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