El 2020 fue un año histórico y significativo para muchxs durante el confinamiento que vivimxs a causa de la pandemia. La vida se trasladó por completo al mundo digital; las clases, los conciertos, el trabajo, ocurrían a través de nuestrxs pantallas.
En medio de ese encierro hiperconectado, sin escenarios, sin estudios, muchxs artistas comenzaron a subir su música desde la intimidad de sus habitaciones, donde la única conexión posible era a través de internet.
Fue en ese contexto, entre loops, demos caseros y emociones contenidas que emergió Fernanda Sepúlveda Tapia, mejor conocida como Akriila. Una artista chilena que transformó el aislamiento en una ventana al deseo, a la identidad y a los afectos más profundos a través de sonidos disruptivos con una voz honesta y brutalmente real haciendo trap.
Susurros (y gritos) digitales
Teniendo tan solo 16 años, lanzó su primer single, ‘Dando Vuelta‘ y su música comenzó a circular por internet como confidencias sonoras: canciones pequeñas, cercanas, con letras que nacieron entre micrófonos improvisados, notebooks prestados y emociones guardadas en notas de voz.
Desde entonces, la historia de Akriila ha sido una constante expansión. Lo que comenzó como susurros digitales desde una habitación, se transformó en un fenómeno que hoy vibra en escenarios internacionales.
Su música, a medio camino entre el trap emocional y la electrónica introspectiva, ha resonado fuerte en una generación que se reconoce en su vulnerabilidad, su deseo y su búsqueda de identidad.
El camino internacional de Akriila
En 2022, se presentó en el Primavera Sound en Barcelona, consolidando así su conexión con el público europeo y dejando claro que su propuesta no conoce fronteras.
Su crecimiento no se detuvo ahí. En 2024, formó parte del cartel del Lollapalooza en Chile, compartiendo espacio con grandes nombres, pero conservando siempre su esencia cruda y cercana.

Toda la esencia de una época
Akriila supo moverse en ese paisaje virtual con total naturalidad, y logró convertir lo cotidiano y lo emocional en su materia prima más valiosa haciendo que sus letras coqueteen con la poesía mientras que también se diversifica en múltiples géneros. A diferencia de su primer LP, 001 (2023), el cuál tiende a ser más urbano y con un tono más político.
Así comenzó a gestarse el universo sonoro que hoy conocemos como Epistolares (2024), una obra que captura el espíritu de esa época, cuando todo era incierto y al mismo tiempo profundamente sincero que emite un enfoque disruptivo a través del sonido y las melodías. Este álbum debut cuenta con un enfoque disruptivo, un ritmo electrónico y futurista, creando una faceta más experimental.
Epistolares (2024) fue el proyecto con el que Akriila logró consolidar su identidad musical y lírica de forma más contundente. En este álbum se construye como una colección de canciones que se sienten como cartas abiertas, de ahí su nombre.
Un EP que funciona como una colección de cartas abiertas, un testimonio de lo que se puede sentir cuando el cuerpo está lejos pero la mente sigue buscando conexión.
Cada tema suena íntimo y confesional, como si estuviéramos leyendo fragmentos de un diario personal. Akriila convierte la vulnerabilidad en una herramienta de creación, utilizando beats suaves, voces casi susurradas y letras que hablan del amor, del abandono, del deseo y de la ansiedad existencial con una crudeza desarmante.
Akriila siempre quiere +
Con el lanzamiento extendido de Epistolares+ (2025) se reafirmó que su sensibilidad no está peleada con el riesgo artístico: beats más elaborados, una producción más pulida y letras que siguen explorando la fragilidad humana sin temor a romper acompañada de artistas que dan un toque especial a cada pista con un lado más vulnerable y una cohesión más sólida.
A lo largo de este camino, Akriila también ha sabido rodearse de una comunidad artística potente. Ha colaborado con artistas de distintas escenas como, Latin Mafia, Dinamarca, Princesa Alba, Bb Trickz, fusionando géneros y creando conexiones inesperadas entre el pop alternativo, el hyperpop, el trap y la electrónica.
Una de sus colaboraciones más destacadas es su participación en headphones ! (2025), el EP del productor Dinamarca, En este trabajo, Akriila aporta su sensibilidad lírica y su característico tono íntimo, ayudando a moldear una narrativa sonora que navega entre lo emocional y lo digital.
Su intervención no solo enriquece el proyecto con una energía nueva, sino que refuerza su versatilidad como artista capaz de adaptarse a atmósferas más electrónicas y etéreas sin perder su esencia confesional.
Con este proyecto, la artista chilena volvió a demostrar que lo suyo va más allá de un estilo: es una forma de sentir. Las canciones de headphones! son más electrónicas, más atmosféricas, pero igual de vulnerables.
Hablan de vínculos rotos, de intimidad a distancia y de esos momentos donde parece que nadie más entiende, excepto la voz que te susurra por los auriculares. Es un disco breve que suena como si estuvieras leyendo un chat privado a medianoche, con los audífonos puestos y el corazón un poco roto.

¿Y si aún queremos más?
Desde su habitación durante la pandemia hasta los escenarios de festivales internacionales, su camino ha sido un testimonio de cómo la música puede romper el aislamiento, abrazar identidades y generar comunidad.
No solo es una promesa dentro de la escena chilena, es ya una voz imprescindible de esta nueva generación de artistas que no temen mostrarse vulnerables, políticas y radicalmente auténticas.
Escuchar a Akriila es dejarse llevar por una intimidad feroz, una lírica que emociona y una sensibilidad que resuena.
En septiembre, la chilena presentará su disco Epistolares+ (2025) en la Ciudad de México, con un único concierto en el país. Los boletos están disponibles en Boletia desde $650.