Sonido perpetuo: Hasta siempre, Ryuichi Sakamoto
#IntraCassini es una sección donde el equipo de redacción de Cassini aborda un tema de interés propio con completa libertad, siendo un texto puramente opinativo, descubriendo el mundo de cada mente creativa.
‘Art is long, life is short’
Que para vivir uno no sólo debe aceptar la muerte sino la vida misma y todo lo que incluye. Lo bueno, lo malo, lo injusto, lo que duele. Vivir es sentirlo todo, y al sentir, saberse vivo. Con suerte, si se llega a términos con la irregularidad de existir, uno permite que el corazón se hinche de alegría o se quiebre varias veces a lo largo de la vida.
Una rotura memorable de corazón la tuve viendo Babel (2006) de Alejandro González Iñárritu. Parte de su ‘trilogía de la muerte’ y continuando con el uso de historias cruzadas, Babel presenta 4 relatos distintos, uno de ellos, ambientado en Japón.
Chieko, una chica sordomuda, pelea con el mundo por un espacio en este y consigo misma para entenderse, reconocerse y sentirse en dicho espacio. Chieko busca abrir una puerta que sólo cede por momentos y tras la cual, muchas veces, lo único que encuentra es rechazo.
A una de las contadas ocasiones en las que Chieko forma parte real del mundo, compartiendo con otros y participando de forma genuina del presente, la acompañan las notas de ‘Only Love Can Conquer Hate’. Una escena de por sí ya reconfortante es elevada a través de la música. Recuerdo en perfección la sonrisa tonta que se me hizo en la cara. Sin tener consciencia de ello, ese fue mi primer contacto con Ryuichi Sakamoto.
En el desenlace tanto del relato particular como de la película entera, tras descubrir más detalles de la vida de Chieko, como la relación con su padre y el suicidio de su madre, se alcanza un clímax desolador. Como haber contenido la respiración todo ese tiempo, y por fin, con el llanto de Chieko como autorización, haber soltado el aire.
Y de pronto, ‘Bibo No Aozora’ comienza a escucharse, y empieza el llanto fuera de pantalla. El llanto de un corazón roto por el arte. Ahí, de nuevo, sin darme completa cuenta, dejé entrar a Sakamoto, y todo se escuchó diferente.
El ruido del mundo, la música y Yellow Magic Orchestra
Ryuichi nació en Japón en 1952. Aprendió a tocar el piano a edad temprana y la música se quedó en él. Siendo adolescente, mientras tomaba el tren hacia la preparatoria, entre el tumulto de gente que apenas le permitía moverse, tomó consciencia de los sonidos que lo rodeaban. Pudo escuchar el tren, las personas, el ambiente. Ryuichi escuchó el mundo por vez primera, y no dejaría de hacerlo desde entonces.
En el medio de la transición entre los 70 y los 80, con Tokio apuntándose como capital ejemplo de desarrollo tecnológico y capitalista, un joven Ryuichi Sakamoto se graduaba en Etnomusicología y Composición; se interesó por la música de Asia y África, su mayor ídolo era Debussy, y empezó a jugar con sintetizadores.
Los caminos de Sakamoto se cruzarían entonces con los de Haruomi Hosono y Yukihiro Takahashi, ambos experimentados en la música y con antecedentes en distintas agrupaciones por su cuenta. El trío comenzaría a abordar las posibilidades del electro.
Yellow Magic Orchestra lanzaría su álbum debut en 1978, y de pronto los horizontes se abrieron. Si en Alemania estaba Kraftwerk, en Japón estaba YMO. Con ayuda de la tecnología que había nacido y hasta el momento sólo podía encontrarse en Japón, YMO le dio al mundo algo nuevo a través de sintetizadores, loops y sampleo. El grupo cambiaría la música electrónica e impulsaría ramas como el techno y el synthpop, además, dejaría una huella importante en el hip-hop.
YMO lanzó diversos álbumes alcanzando el reconocimiento mundial. El proyecto se puso en pausa en diversas ocasiones, pero Hosono, Takahashi y Sakamoto continuarían colaborando entre sí a lo largo de los años en sus proyectos en solitario.
Como solista, Ryuichi obtendría el mismo reconocimiento que con YMO. Su primer álbum Thousand Knives (1978) fue una prueba de las habilidades, el estilo y la visión en el futuro de la música que tenía el joven compositor. A lo largo de su carrera llevaría la bandera de activista de frente y en alto. Decía: ‘Si creo firmemente en algo, no puedo simplemente mirar hacia el otro lado’.
Para Sakamoto la vida es sonido. En la naturaleza, en la lluvia contra un ventanal, en el viento. La vida. A través del sonido uno puede aprender, entender, conocer. Su curiosidad lo llevó a Kenya en 2002 y al Círculo Ártico en 2008 donde encontraría los sonidos más puros que había escuchado en su vida. ‘I used to know things intellectually, but know I feel them’.
Ryuichi Sakamoto tiene en su currículum poco más de 20 álbumes de estudio, discos en colaboración, discos en vivo, y lo que posteriormente se volvería pieza clave en su hacer, la composición para cine.
En espíritu de Tarkovsky
Todo lo anterior lo aprendería un poco después. Descubriendo a Sakamoto a través del cine continué sobre esa línea y las paradas siguientes fueron The Revenant (2015), Hara-Kiri: Death of a Samurai (2011), The Last Emperor (1987) y Merry Christmas, Mr. Lawrence (1983), tal cual viaje en el tiempo.
A principios de los 80, ya establecido como músico, a Sakamoto se le hace la invitación a actuar. Dicha llamada proviene de Nagisa Oshima, director clave para el cine de la Nueva Ola Japonesa. Un joven y arriesgado Ryuichi aceptó, con la condición de que aparte de actuar, compondría. Ahí nacería una fructífera trayectoria dentro de la industria cinematográfica, además de una de las composiciones más bellas en el cine, ‘Merry Christmas, Mr. Lawrence’
The Last Emperor (1987) terminaría dándole un Óscar, y volvería a colaborar con Bernardo Bertolucci en más ocasiones. También trabajaría con directores como Brian de Palma y Pedro Almodovar.
Otro a la colección sería The Revenant (2015), score realizado en colaboración con Alva Noto (cómplice de gran importancia e influencia en la carrera del japonés) y a mitad de su primera pelea contra el cáncer. Sakamoto fue diagnosticado con cáncer de garganta etapa tres. Puso en pausa muchos de sus proyectos para seguir de forma adecuada su tratamiento. Sin embargo, cuando la petición de Iñarritu llegó, Sakamoto no pudo negarse al ser un gran admirador del director.
Retomado ya el trabajo, Ryuichi desempolvó los pedazos apenas iniciados de un álbum que interrumpiera el diagnóstico de su enfermedad. Siempre buscando nuevas sendas, Sakamoto se propuso crear y pensar desde una perspectiva cinematográfica. Componer como para una película que aún no existía. Y siendo admirador de Tarkovsky, revisitó vida y obra del director soviético.
Una cosa curiosa pasa con el cine de Tarkovsky: muchas veces parece que dos historias se desarrollan en un mismo filme. Una a través de la imagen, otra a través del sonido. Tarkovsky ponía particular atención en el sonido que rodeaba a sus imágenes. La sonoridad no sólo acompaña, sino que cuenta, relata en Tarkovsky. Sakamoto lo declara, además de director, una especie de compositor.
Sakamoto fue de la música al cine: llevó al cine a la música y combinó dichas artes por el resto de su carrera. Porque siempre había nuevas maneras de escuchar, siempre había nuevas formas de crear.
Music to leave behind
En enero de 2021, Sakamoto dio a conocer que había sido diagnosticado con cáncer por segunda ocasión. ‘A partir de ahora, viviré junto al cáncer. Pero, espero seguir haciendo música por un poco más de tiempo’. Y Sakamoto vio hacia adelante: continuó con algunas presentaciones en vivo, montó exhibiciones, compuso para cine, realizó colaboraciones y como prometió, siguió creando.
Todavía convaleciente y ante un futuro incierto, Sakamoto tomaba de vez en cuando instrumentos en mano, y entre sesiones de improvisación y experimentos, 12 (2023) tomó forma. Doce piezas elegidas por Sakamoto, cada una titulada con la fecha en la que fue creada, y que narran un proceso amargo, largo y duro, pero a la vez, alientan y exhortan a ver la vida con otros ojos. Una catarsis.
12 (2023) pesa; invita a pensar, a tratar de deshebrar cada sonido, a alcanzar cada recodo del mismo. El álbum es, de cierto modo, un diario, y la experiencia de escucharlo es tal como leer las memorias de alguien más, algo que no se supone deberíamos leer. Uno nota que lo que escucha es personal, es de alguien. Mejor dicho, es alguien.
Sakamoto mezcla sonidos de la naturaleza con instrumentos y sintetizadores y los hace entrar en armonía conjunta. En un par de canciones se puede oír con claridad la respiración de Ryuichi, como susurrando a quien escucha: ‘Aquí estoy, contigo. Somos dos’. Tintes oscuros y suaves, sonidos del día a día que pasan a ser algo totalmente diferente. 12 (2023) es el recuento del viaje, y la promesa cumplida de hacer música hasta el fin de todo.
A través de un comunicado el pasado 02 de abril, se dio a conocer que Ryuichi Sakamoto falleció el 28 de marzo de 2023 teniendo 71 años de edad. Acorde a sus deseos, su funeral fue realizado en privacidad.
Sakamoto decía que cuando pensaba en música usualmente lo hacía desde la perspectiva de un piano, instrumento que lo acompañó desde el principio de todo. Señaló cómo un piano no era capaz de sostener un sonido. Después de tocada una nota, el sonido se atenúa poco a poco hasta desaparecer por completo. Esto despertaría en él la obsesión por un ‘sonido perpetuo’. Uno que no se disipara con el tiempo. Una metáfora de la eternidad.
De manera poética podría decirse que, a través de todo lo hecho, de YMO, de los álbumes, las bandas sonoras, las composiciones, todo; Sakamoto lo logró. Ryuichi Sakamoto, es, en sí mismo, sonido perpetuo.