#CoberturaCassini Corona Capital 2021: Calidez, psicodelia y colores sonoros vibrantes
Fotos por Salvador Medina.
Sábado 20 de noviembre, un día fresco de otoño y aunque irónicamente el sol quema fuerte. La Ciudad de México luce extrañamente desértica, excepto por las colonias aledañas al Autódromo Hermanos Rodríguez, al oriente de la ciudad, donde se comienzan a juntar los vehículos y con ellos, los grupos vibrantes de adultos, jóvenes e incluso algunos niños, todos expectantes por sentir la música en la onceava edición del festival Corona Capital.
Dan las 16:00 horas y las entradas al recinto se llenan de multitudes cambiantes: maquillaje de glitter, botas de plataforma, camisetas de bandas y por supuesto, el cubreboca, forman parte de la indumentaria usada por los asistentes al evento. Antes de acceder al Autódromo, se realizan los protocolos de salud tales como revisión del esquema de vacunación o la prueba negativa de COVID-19, la toma de temperatura y la aplicación de gel antibacterial. Tras una larga caminata hasta llegar a la curva 4, el público se avecina a los escenarios donde se presentarán los artistas que buscan escuchar.
Cálida neo-psicodelia
En el escenario bosque, Faye Webster con un brillante vestido azul, toca «In A Good Way» en su guitarra. La audiencia, poca pero entusiasta, se menea al ritmo del folk interpretado por la artista. Con el brillante sol de frente, el cual sonroja sus mejillas, sonríe y saluda a su familia, quienes han grabado toda la presentación desde el público.
Poco después, termina el show, que tenía como motivo presentar su álbum I know i’m funny haha (2021), deja su instrumento y sale del escenario meneando los brazos como despedida.
Me traslado rápidamente al escenario Doritos donde Boy Pablo está tocando junto a un invitado sorpresa: Cuco. La audiencia frente al escenario es notoriamente grande y cuando cantan, las voces se reproducen hasta las periferias de la misma. Los gritos se multiplican cuando comienzan a bailar semi coreográficamente y el vocalista se quita la playera y la sacude en el aire. Antes de que termine, me dirijo hacia el escenario principal para presenciar a Elliot Moss. Tras esperar un poco, aparece armado de su teclado y la música viaja sutilmente por el suelo y hasta los espectadores.
El ambiente comienza a cambiar conforme se avecina el atardecer, las personas con su vaso de cerveza en mano se acomodan en el pasto o frente a los spots montados para tomarse fotografías. Las luces de la rueda de la fortuna postrada en medio del espacio son cada vez más notorias en lo que va cayendo la noche y la fila de gente esperando para subir incrementa.
Al caminar por el recinto se experimenta una mezcla de sonidos, conversaciones, exclamaciones; las bocinas de los escenarios melodiosamente colorean el entorno, donde encontramos unión todos los asistentes y nuestra pasión por la música.
Las presentaciones de la ruidosa banda Turnstile, junto con las guitarras cadenciosas de Khruangbin e incluso la tenaz y rápida voz de Slowthai, destacaron en la tarde del sábado y me llevaron a descubrir nuevo sonidos y emociones que no creía posibles. Poco después, me percaté de que una banda faltaba en el horario actualizado, a los actos cancelados de The Kooks y St. Vincent, se les unía Disclosure, tras anunciar que la comida mexicana les había hecho una mala jugada.
En el intermedio, la gente se traslada al escenario Corona con Cheap Trick próximos a tocar, Tame Impala seguido de ellos. Al encontrar un spot al centro del lugar, me doy cuenta que difícilmente podré salir de ahí, solo queda disfrutar.
De último minuto, Cuco se presenta en el Corona Cero, llenando el espacio que ocuparían The Kooks, poca gente a mi alrededor se mueve.
La reunión es a las 22:20 horas en el escenario Corona, apretujados y también algo mojados por una imprevista lluvia, esperábamos al headliner de la noche, muchos expresan su ansiedad (de la buena). A pesar de saber que el boleto del día siguiente será gratis, debido a las inesperadas cancelaciones y en un intento por compensar a los asistentes, otros también expresan desilusión.
La música de las playlists y las pantallas entretienen durante la espera. Quienes llevamos esperando desde hace dos horas sentimos el cansancio del día en las piernas, pero nada quita la exaltación.
Se empiezan a colocar los instrumentos en el escenario, las luces cambian y con ellas, la energía de la audiencia. Kevin Parker aparece frente a todos, sacudiendo su cabellera, gritos entusiasmados como nunca antes en la noche. Todos celebran tras la hora y pico de espera. El ritmo acarreándose sobre la multitud poco a poco borra la decepción propiciada por la cancelación de tres actos importantes.
El aro de luz al centro del escenario gira expulsando luces multicolor en todas las direcciones, iluminando los rostros eufóricos que observan el espectáculo. La psicodelia sonora, mezclada con esta proyección de luces, permite una experiencia que satisface todos los sentidos, mientras los acordes de «Elephant» se transportan de pies a cabeza por todos los cuerpos anonadados frente al podio.
Hologramas ornamentales que se postran sobre las cabezas, junto con láseres de luz y videoclips de imágenes con matices tornasol, acompañan el compás de algunos de sus éxitos como «The Less I Know The Better» y «Feels Like We Only Go Backwards«. Algunos de los presentes no bajan sus manos que sostienen los celulares, documentando todo el concierto, un acontecimiento que nunca se repetirá en las mismas circunstancias.
La mezcla del sintetizador, el bajo y las guitarras inundan mis oídos y me posicionan en un trance que es difícil de igualar, un estado que solo la música es capaz de suscitar.
La atmósfera neopsicodelica se engrandece casi al terminar el show, la energía se reparte entre la gente a través del roce de brazos y las voces compartidas que entonan las canciones, Parker se prepara para despedirse, manifiesta su agradecimiento y también cariño por México, en sus palabras: «mi lugar favorito para tocar».
Con el inevitable fin del concierto el público comienza a dispersarse, sonrisas en los rostros de la mayoría. El ajetreo del día comienza a tener impacto en mí durante el camino a la salida, pero mi estado de ánimo gozoso permanece intacto y esperanzado por disfrutar el siguiente día de la misma manera.
Amarillo y rojo
Domingo 21 de noviembre, hace menos frío y se percibe un mood más tranquilo en las personas. Noto una ligera distinción entre los asistentes del día de hoy, hay más jóvenes, pero también mayores, la vestimenta de la mayoría se ve más producida que la del sábado. Es un secreto a voces que muchos están ahí específicamente por el acto de la noche: Twenty One Pilots. Uno de los headliners que, afortunadamente, no canceló.
A mi llegada al festival, casi a media tarde, opto por comer algo y sentarme bajo un árbol para esperar el comienzo de Parquet Courts. A las 17:20 horas ya estoy frente al escenario Doritos una vez más. La banda, que recientemente estrenó su disco Sympathy for Life, (2021) es recibida con sus respectivas aclamaciones y aplausos.
La poca cantidad de gente viéndolos es sorpresiva, pero cuando menos me lo espero detrás de mí comienza un slam y la audiencia casi se ha duplicado. En un acto de necesario sacrificio, me retiro antes de que termine la presentación para ver a Ela Minus en el escenario Viva Aerobus.
La ambientación es completamente diferente, si en el show de Parquet Courts se sentía apertura y soltura, en el de Ela Minus hay cierta intimidad, quizás es el escenario techado que además permite que el sonido se disperse de una forma particularmente especial.
El techno tocado por la artista se manifiesta como choques eléctricos, que se extasían con los destellos rosas y plateados que salen de los reflectores frente al escenario. Una pantalla que lee «megapunk» es el fondo del espacio donde Minus baila y brinca con el ritmo.
Su figura, una silueta explosiva que mueve la cabeza ornamentada con dos bucles de cabello motiva a la gente a brincar junto con ella. El concierto termina y se posiciona como uno de mis actos favoritos de todo el festival, inspirándome a explorar una musicalidad distinta.
Posteriormente me trasladé al escenario Corona mientras cantaba la etérea Aurora. En el intermedio entre el show de Aurora y el de Royal Blood, la misma gente me fue conduciendo al centro, cada vez más cerca del escenario, donde me senté entre la muchedumbre expectante quienes nos guardaban de los cruzantes que querían entrar o salir.
Royal Blood aparece repentina y ruidosamente, Mike Kerr dominando el bajo con habilidad impresionante, desatando el furor de los fans expresado en gritos como: «hazme un hijo» y «a mí también», respondían otras.
Para alcanzar a presenciar a RÜFÜS DU SOL partí hacia el escenario Doritos, el cual ya estaba repleto de espectadores. La hora y veinte que duró el espectáculo ambientado por secuencias audiovisuales parpadeantes funciona como un pre, un poco más templado al gran acto de la noche: Twenty One Pilots.
A las 22:40 horas la gente migra apresuradamente al escenario principal, jóvenes corriendo mientras cantan «Stressed Out«, el acto de apertura. Con sus playeras de la banda, miles de fans se extienden sobre toda la explanada. Me encuentro tan lejos, que frente a mí, solo se ven los brazos ondeantes y las pantallas exhibiendo a los intérpretes.
Después de un rato y por última vez, llego al escenario Viva Aerobus, para terminar la noche con Flight Facilities, el recinto demostrando su aptitud para el house. Ya se siente la nostalgia por el festival que aún no acaba, pero este último set funciona como despedida, una celebración estelar al terminar es la pauta para el fin. La gente se disipa y el Autódromo se vacía tras días de oscilación, los momentos vividos convirtiéndose poco a poco en recuerdos.