Akamba 2023, tierra de agave, electrónica y una cultura conceptual
Texto por Ximena Pacheco (@ximenalvz).
Fotos por Fernando Martínez (@feynoxx).
Clima cálido pero ventoso, tierra roja que se pegaba desde el primer momento a tu piel, un paisaje marcado por unas vías de tren y un campo de agave. Era así como te recibía a primera instancia la celebración al fuego, la tierra y el ritmo, el festival Akamba en los Campos de Agave Cuervo.
Una vez pasada la seguridad, en donde apenas abrías tu bolso y la revisión era superficial, así como los boletos que ‘por la tierra’ no se permitían escanear y muchos pasaron sin revisarlos realmente.
Pero una vez dentro una hilera de astas con banderas blancas daba la bienvenida y guiaba para adentrarte al evento.
Bienvenida: Entrelazando lo ancestral y lo contemporáneo
Un mural con el logo de Akamba era lo primero que tus ojos notaban al estar dentro, este estaba rodeado de las mismas astas, al igual que de platas de agave.
Las personas esperaban turno para tomarse una foto en este emblemático lugar. Conforme avanzabas había cada vez más detalles lindos que te invitaban a acercarte, desde un cubo rubik iluminado por luces que cambiaban de color, hasta lo que parecían unos hongos neón con bancas y corriente eléctrica para cargar tu celular.
El escenario principal era el más grande, sin embargo ambos tenían la misma forma triangular que podría asimilarse a una pirámide partida por la mitad, ambos con luces y rayos neón que cambiaban y se adaptaban con la música que estuviese sonando.
Al lado de los escenarios se encontraban todos los servicios de comida y bebidas en donde la gente se formaba para adquirir su producto, sin embargo la primera fila de la velada y la más larga era la fila para recargar dinero en tu pulsera, ya sea con efectivo o tarjeta puedes hacer la transferencia de la cantidad que tú desees y se puede reembolsar en cualquier momento.
Este método ya aplicado en muchos otros festivales y eventos es la única forma de pago; se escanea la pulsera y recibes tu producto a excepción del estacionamiento que solo se paga en efectivo.
Al comienzo del festival estas filas para recargar fueron las primeras en llenarse y se volvieron eternas, debido algunos fallos técnicos que no permitían procesar los pagos electrónicos. A la vez parecía que carecían de personal o estos no estaban capacitados para este fallo que hubo, por lo que atrasó muchísimo el proceso y dejó a más de uno de los asistentes en descontento.
Al ser un evento de esta índole y siendo sold out, no había manera que te pudieras librar de hacer fila para cualquier cosa, desde la comida, el baño o hasta para sentarte en una silla. A si mismo, el área de comida parecía muy pequeña y poco funcional para la cantidad de personas que había en el lugar y varias de esas mesas terminaron rotas en el suelo ya que varios se sentaron es estas para descansar.
Una celebración a la naturaleza y sus elementos: Agua, viento, tierra y fuego en los escenarios
La música sonaba fuerte pero no a punto en que sientes que no escuchas nada más, a pesar de que el espacio se ve pequeño y no lo suficientemente alejados un escenario del otro, la música de estos no se mezclaba.
La gente bailaba y brincaba al ritmo del los energizantes e intrépidos sonidos, diferentes estilos, diferentes edades, diferentes nacionalidades, daba igual; botas, tenis, sombreros, brillos y trenzas, todos se unificaban en un ir y venir al ritmo de la música.
Aunque cabe mencionar que a pesar de que el evento promocionaba muchos de estas presentaciones como live, estos se limitaron a hacer uso de las torna mesas convirtiéndose en un DJ set.
De los destacables, Monolink no decepcionó, y demostró una vez más que domina perfectamente los subgéneros de electrónica como el techno, ambiental y house.
Con su característico sonido y visuales psicodélicos, el dúo de dance y electrónica, Bob Moses, hizo brincar al público y sin duda fueron unos de los más aclamados.
Sin embargo, las estrellas de la noche fueron Polo & Pan, con su mezcla de electrónica, música tropical y dance, los franceses mantuvieran a la audiencia cautiva, bailando y brincando enérgicamente.
Cada set de los diferentes DJs tuvo una duración de dos horas, mientras unos se unían a la muchedumbre, otros disfrutaban de la música alejados, sentados en el suelo o danzando libremente con su grupo de amigos.
Por la tarde, un show de fuego en donde los malabaristas movían las llamas con encanto y gracia, lanzándolas de arriba a abajo mientras daban vueltas alrededor de una gran fogata. Y mientras el tiempo pasaba y el sol se ocultaba el fuego fue remplazado por aros de luces.
Akamba es una experiencia sensorial que te muestra un entorno cultural extravagante que te invita a desconectarte por un momento del exterior para ser uno con la música y la naturaleza.