Álvaro Díaz en GDL: Corazones rotos y nuevos comienzos, el amor como motor humano
Txt por Andrés Cassini (@andrescassini_).
Ph por Saúl Martínez (@bnsaul).
De camino a casa, viendo la carretera, ya se siente el frío del fin de año. Octubre va llegando, ya vamos a ponerle el «10» a la parte superior del cuaderno al poner la fecha. Dos meses más y se termina el año. ¿Hiciste lo que planeaste? ¿Cumpliste al menos uno de los doce propósitos de diciembre pasado? Espero que sí.
Otro ciclo va a terminar, como terminó uno minutos antes del escenario anterior, así que regresemos para saber cómo llegamos hasta acá:
Luego de las dos fechas de Álvaro Díaz en CDMX y MTY, el concierto final de la gira en GDL se sentía algo distante al tenerla una semana después cuando las dos anteriores tuvieron dos días de diferencia. Pero al menos sirvió para que la producción y Alvarito descansaran para finalizar el trayecto final con creses.
Desde días antes, la llegada de Álvaro a GDL marcó acontecimiento, y no solo porque nos mandó saludos –el video acá-, sino porque desde allí ya se notaba la euforia y cariño de muchísimxs jóvenes por Alvarito.
El cariño tiene quizá una fuerte razón: Conecta tan bien con este sector juvenil de la población por lo simple y llano de representar el sentir de muchxs de ellxs. El chavo triste por amor. Sencillo pero contundente. Se ve desde todos los sold outs dentro y fuera de México.
Pero quería ver esto en primera persona.
Pase VIP
La experiencia comenzaba desde la entrada; árboles negros inflables rodeaban la puerta del Guanamor y el escenario. Una vez dentro del recinto, no hubo canciones «parecidas» a las del artista para amenizar en lo que salía. En su lugar, eran canciones de parque temático, para que no se te olvide que estás en Felicilandia. Detalles que se aprecian y valoran.
Con un ligero retraso, a escena salió Supicic, un joven rapero de Veracruz con una propuesta fresca y que motivó a lxs asistentes espectantes a Alvarito. Porque seamos honestxs, pocxs conocíamos al veracruzano. Sin embargo, me dio gran impresión ver la puesta en escena tan enérgica de él y su live band. Al final vi a múltiples personas pidiéndole fotos. Bien por él.
21:40 y Álvaro comenzó. La entrada fue el intro del Felicilandia (2021), predecible evidentemente, pero que calmó las ansias de quienes tenían horas esperando allí y años para que regresara a GDL. También esa fue la particularidad de esta fecha:
Porque en CDMX y MTY ya había estado en forma de festival al menos, pero en GDL su ausencia se sintió desde hace casi seis años. Más especial el regreso, y con el álbum que, como nos dijo en nuestra #EntrevistaCassini: «Felicilandia (2021) es el primer disco donde sí lo sentí como tal, un álbum».
El primer acto se encargó de representar la nueva de etapa de Álvaro, de la que nos estábamos despidiendo; de momentos felices y de baile hasta los más tristes del disco. Ahora sí que queda de maravilla el término básico que utilizamos en las coberturas de conciertos: «Fue como una montaña rusa de emociones».
Solo que acá tiene su justificación conceptual; pero más que el concepto, en la ejecución se notó, y de una manera impecable y sensata.
«Babysita, no me olvides«
Algo que caracteriza al Álvaro, a sus fans, y a esta generación y tipo de música es el estar tristes. Sentimiento humano, sí, pero que acá lo tomamos de una manera personal y muy adaptable para el o la joven de clase media agüitadx por un amor.
De esto fue el segundo bloque del show; las luces tenues invadieron el escenario. La gente que estaba saltando sacó su celular para grabar la storie y para llorar. Hubo quienes se mantuvieron quietxs mirando a Álvaro u otrxs con los ojos cerrados.
«Esa nena nunca regresó».
Noté a algunxs queriendo aguantarse las lágrimas, quizá por pena o prejuicios, pero estábamos en un ambiente seguro, donde todxs sentíamos y veíamos lo mismo. Un sentir colectivo que nos proyectó que no estamos solxs en esta lucha contra la tristeza.
Quizá él o ella ya no están, quizá ya no quieran saber más de ti o tú cerraste ese ciclo por las buenas, y se sabe que el camino es arduo, pero todo es un ciclo.
Álvaro lo entiende, y mostró una de las señas más particulares para ejemplificar lo anterior. La mayoría de artistas, en algún momento del show, hacen un corazoncito con sus manos, acá no: Álvaro solo utilizó una mano, haciendo la mitad de un corazón.
El club de los corazones rotos. Dándonos a entender que él y que todxs los allí presentes completamos la otra mitad. Ayudándonos entre todxs, amenizado por la música de Álvaro que nos abraza y cobija con historias que parece que están hechas inspiradas en nosotrxs. El poder de la música.
Sé que esto pasa en la mayoría de shows, y es increíble, pero en específico aquí fue un poco más acertado y ad hoc a la ocasión. Situaciones reales plasmadas en sentimientos reales en canciones que se sienten realistas. Y no hay nada mejor que alguien que te entienda y te acompañe.
OG fans
Puedo decir que lxs fans de Alvarito son lxs más fieles de la escena urbana latina; de ser cientos a miles escuchando y coreando canciones que -siendo sincerxs- no todxs conocemos. OG para los más adeptos. Hubo un bloque que rindió homenaje.
Homenaje al Álvaro Díaz del trap, homenaje a aquellos años donde Álvaro soñaba con estar donde está ahora y un homenaje a quienes lo acompañaron desde entonces hasta hoy.
Desde el Ilumilatin (2015), Hato Rey (2015), hasta el San Juan Grand Pix (2016) dieron cuenta de la sorpresiva vigencia que tienen aún hoy en día con toda la parafernalia de Felicilandia (2021) en el consciente colectivo del fandom urbano.
El parque
La parte final del show constó de las canciones más esperadas, hasta de las colaboraciones de reggaetón en las que ha estado, generalmente junto a su padrino Tainy. Un brillo incandescente que mostró el fin de una etapa creativa de Álvaro Díaz.
La etapa más prolífera y especial que ha tenido hasta el momento. La escalada al reconocimiento, y aunque siga siendo «de nicho» aún, no queda mucho para consagrarse por completo en México.
Este tipo de shows mantienen una llamita viva llamada empatía en los conciertos. Es que son eventos que plantean y consiguen ser una experiencia; desde la entrada hasta la música temática previo al inicio. Además, no olvidemos el valor emocional entre el target del artista.
«Un lugar donde lxs niñxs tristes pueden ser felices». Cumplido, check a la lista. Quizá una felicidad momentánea, pero que perdurará en lxs asistentes un buen tiempo. Espero que un poco de motivación para terminar y lidiar con esa tristeza que se acarrea. Pero poco a poco.
Regresamos entonces al principio de este texto, que más bien es el final del trayecto: Felicilandia (2021) cerró su ciclo. Como ya dije, esta etapa de Álvaro ha sido la que más frutos le ha cosechado, y se los merece. Paso lento, pero firme; una expresión nunca mejor utilizada.
En el camino de regreso, pensé en una reflexión, y quiero cerrar con eso: El amor es lo que mueve todo el mundo. El gusto por algo. Todo es amor o desamor. A veces nos sentimos perdidxs, y más en esta etapa veinteañera de nuestra vida, pero con la compañía adecuada, esta espera por una lucidez y madurez emocional puede ser menos tortuosa. Porque nadie te dice cómo actuar o cómo pensar, estamos improvisando en «la edad de la punzada».
Lo bueno que hay chance de cagarla, aprender y volver a cagarla. El amor no se va nunca, solo se calma un poco y vuelve. Una montaña rusa. Una en Felicilandia, la tierra de lxs niñxs tristes que, poco a poco, buscan ser felices a través de la música. Música real y emotiva.
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