Así vivimos el concierto de Bad Bunny en el Estadio Azteca

Texto por Andrés Cassini (@andrescassini_).
Fotos por Sofía Manzano (@__sad_morrita__).

A mediados de 2021, cuando, al menos en México, el virus ese dejó de ser un preocupante principal, las fiestas se reanudaron. Y fui a varias aquí donde vivo. Obviamente canciones de reggaetón fueron las más sonadas, en adición a la electrónica insípida que ponen los DJs, pero no tenemos de otra.

Como sea, el caso es que eran las primeras fiestas donde por fin la gente podría bailar y sudar todo lo que, durante más de año y medio, tuvo que guardarse por riesgo de contagio. En estas fiestas, la música de Bad Bunny te taladraba la cabeza, y por más veces que las escucharas, seguías queriendo mantenerlas en tus oídos. «Algo tienen», pensé.

Y había partes en los versos que los grupos de amigos gritaban «wey, tú», o el clásico «mi canción». Acá me entró esta cuestión: ¿Qué es primero, el arte o el mundo real? ¿Acaso nosotros inspiramos al arte o nosotros nos inspiramos del arte? Lo que pasó con estas canciones que tienen todo para pegar en un ambiente mainstream de consumo convencional: Letras simples pero adaptables a situaciones cotidianas del joven zenteniall, ritmos que invitan al baile y despreocupación y una estética llamativa visualmente.

Porque oye, no hay quién no pueda identificarse con una canción de amor con un ritmo dembow, y más en una canción encapsulada que no supera los cuatro minutos, siendo digerible y accesible.

No sé exactamente cuándo, pero el reggaetón llegó al mainstream. De ser un género de clubes nocturnos y calles caribeñas, ahora se le recibe en alfombras rojas delegando a todo sonido ajeno de lado. En el proceso, se blanqueó y se ignoraron ciertos tratamientos culturales que hicieron al reggaetón, reggaetón.

Pero parece que lo anterior no molestó a mucha gente, porque no conocían el reggaetón fuera de sus principales vestigios. Y no es culpa de nadie, porque así como unos tuvimos acceso a cosa 1, otros tuvieron acceso a cosa 2. Algo más estructural y cultural que no podemos cambiar.

Pero se ve desde -voy a decir el término- la gentrificación de esta cultura, y cómo se blanqueó. Ya en todos lados venden sus licuachelas y te ponen música «bellaka». Y está bien, porque esta cultura que, en un momento fue solo para gente de un estatus socioecónomico menor al promedio, ahora es accesible para todos.

El detalle aquí es que, como todo lo que llega al estatus quo, tuvo que pasar por un proceso de blanqueamiento para la aceptación del hombre blanco. Durante este proceso, podemos alegar la pérdida de algunos principios éticos y morales que conlleva esta cultura.

El caso de Benito es el principal caso de estudio al respecto; una «cabeza de concha» haciendo trap que podríamos llamar genérico hasta dentro del mismo género terminó gestando la gira de conciertos más grande y lucrativa del año. En cada ciudad que se parara, llenaba recintos enormes. Y ya veo venir a los «Michael Jackson también lo hizo, pa», y sí, pero entendamos que este es un fenómeno musical sin precedentes dirigido por un latino.

Ya lo dijo Benito: «Todos quieren ser latinos pero les falta sazón». Hay tantísimos ejemplos en la cultura popular y cotidiana que dan para caso de estudio, de cómo la cultura latina se adentró tanto en el consciencia colectiva de todo el mundo. Me resulta raro pensar que hay alguien en Bangladesh escuchando ‘Te Boté Remix’, pero todo es resultado de este mismo fenómeno.

No soy ningún catedrático o puritano del tema para instruir, para eso están los maestros. Yo solo comunico lo que he visto en las manifestaciones culturales a través de mi limitada visión de la sociedad latina. Porque nací latino y me moriré latino.

Lo que hace BadBo no tiene precedentes, y como lo pusimos en nuestra reseña de su último disco, es increíble que un artista latino sea el artista número uno globalmente. Todo el mundo quiere hablar español y hacer reggaetón. Bien lo dijo Benito y lo ha dicho siempre: «Estoy orgulloso de ser latino y llevar mi cultura a todo el mundo».

El género ha escalado tantísimo que de llenar la Calle 2 de Guadalajara o el Pepsi en la CDMX, Bad Bunny es uno de los pocos artistas en presentarse y llenar el Estadio Azteca, y dos veces. Según cifras del mismo estadio, el Coloso de Santa Úrsula tiene una capacidad de 87,000 personas, eso solo en gradas. Entonces hagamos un cálculo rápido de todas las personas que caben en una distribución de entrada general sin butacas.

Pero quién lo diría. El histórico concierto más grande del reggaetón se daría en México, en un Estadio que ha recibido a Michael Jackson, Vicente Fernández, Paul McCartney, Shakira, U2 y hasta Juan Gabriel. Ahora, a la lista se añade Bad Bunny, el primero en hacerlo fuera de los géneros que, hasta hace poco, se consideraban mainstream. Pero ahora con el reggaetón instaurado como una élite musical, no se diferencia mucho.

En lo que sí es que es un género que nace de las calles y para las calles. Y ahora parece ser un género para las masas, y completamente entendible. Aunque aún hay casos como el de Jowell & Randy que se oponen al blanqueamiento y siguen firmes a su esencia. Pero mantenerse o no «fieles» los hace más o menos cangris. Solo habla de su disposición y apelación a su cultura endémica.

Más incertidumbre

Yo fui al Azteca el sábado 10, pero desde la tarde del viernes 09 ya me estaba preguntando si era buena idea ir. Todo este tema de Ticketmaster es interminable, porque estamos conscientes de que, como todo lo legal que pasa en este país, no tendrá solución, o al menos no pronto. Como lo estuvimos informando en nuestro Twitter, miles de personas que esperaron meses por ver a su artista favorito se toparon con la sorpresa de que estos boletos ya estaban clonados.

Algunos tenían la prueba de que los habían comprado legítimamente en Ticketmaster, pero pues no era suficiente. Hubo a otros que en su cara les rompieron sus boletos sin siquiera escanearlos y se reportaron casos en los que el staff de seguridad de la entrada les quitaba sus boletos.

Inaceptable, y preocupante. Porque si ya de por sí ir a un concierto / festival ya era un lujo por las altas tarifas de las boleteras, la inflación del país y la sobredemanda de este tipo de eventos, ahora se convirtió en un miedo. Primero la ansiedad de que no te rebote el pago el banco, luego conseguir transporte y hospedaje decente a buen precio, y para acabarla de chingar estar horas formado con la incertidumbre de saber si tu boleto es o no clonado.

Ya ha habido un par de consecuencias: A menos de 12 horas del incidente donde además les cerraron la puerta en la cara a miles de fans con boleto en mano, 1600 denuncias fueron hechas hacia la PROFECO. Mientras tanto, el titular federal de la entidad mencionada, Ricardo Sheffield, ya pidió un informe a la empresa y anunció que Ticketmaster será sancionada con una multa por anunciarse, pero que podría representar el 10% de lo que generó la empresa durante el 2021.

Además, como medida preliminar, la CODECE ya multó a Ticketmaster con 1.3 millones de pesos. Mientras tanto, PROFECO también anunció que la boletera está obligada a pagar cada boleto de cada afectado con una bonificación no menor al 20% del valor total del ticket.

Pero a todo esto: ¿Qué podemos hacer al respecto? Pues no mucho. Por muy punks que queramos ser, uno como medio de comunicación no puede solo ignorar los eventos que trabajen con la boletera, ni uno como espectador estaría dispuesto a perderse el regreso de su artista favorito porque los boletos son través del mismo medio.

Es un problema estructural que necesita sacarse desde la raíz, así que, por más esperanzado que pueda ser, ojalá que se resuelva pronto, porque los más afectados somos nosotros, los usuarios.

Nos fuimos de vacaciones

Pero a lo que vinimos: Bad Bunny en el Estadio Azteca. Así en letras negritas con permiso del editor, por qué no. Es que no podemos no darle importancia al show más grande en la historia de existencia del reggaetón. El show más grande que haya tenido en nuestro país un fenómeno contracultural como lo ha sido este.

Desde el Metro Tasqueña la gente ya se congregaba. Ya para hacer el transbordo al tren ligero que nos dejaba afuera del estadio, la gente formada en los andenes de la estación entraba por turnos a los vagones porque no cabíamos.

Y en la llegada al estadio nada diferente. Los puestos de fayuca servían como checkpoints en el interminable mar de gente de la puerta principal del Azteca. Jamás había visto tantísima gente reunida por un solo artista. Una cosa es un Harry Styles que te llena el Foro Sol, o Iron Maiden. Pero esto del Conejo no tenía precedentes.

Una vez en mi entrada, subí varias rampas y escaleras y terminé en el que sería mi asiento por las próximas cuatro horas y media. Desde aquí, había una vista panorámica increíble desde todo el Azteca. Pero por más que la emoción rodeaba mi cabeza, vi partes en el estadio vacías. La zona de Playa y General se veían ligeramente vacías. Esto quiere decir que nuevamente gente se quedó sin acceder.

Pensé que era porque apenas eran las 20:30, pero no. Una vez que comenzó el concierto, seguía igual y así se mantuvo hasta finalizado el show. Pero bueno, ahora sí, ahora sí, ahora sí:

21:15 marcando en el reloj comenzaría el concierto final de una gira mundial que llevó por todo el continente nuestro idioma y nuestra cultura como hermanos latinos. El World’s Hottest Tour de Bad Bunny terminaba en el mismísimo Estadio Azteca. Ya decir esto daba un peso enorme, ¿no?

Dos Mil 13 a Dos Mil 22

Un camino que duró casi diez años se conllevó en un concierto de pasaditas las tres horas. Las palmeras y el agua invadieron la mente de cada espectador en cuanto empezaron las primeras notas de ‘Moscow Mule‘, gran inicio de show y del mismo disco que tiene promocionando, Un Verano Sin Ti (2022).

El primer bloque constó de canciones del último disco. Las pulseras que nos dieron en la entrada comenzaron a tornarse de colores, haciendo a cada personita allí presente parte importante del show. Estos son los detalles que de verdad importan, y más porque ni siquiera son tan excéntricos o costosos.

La playa se llenó de bioluminiscencia, porque cada ente éramos una partícula que constituía el cuerpo completo del show. Las olas de gente semejaban una fiesta interminable, y aunque yo estaba arriba, alcanzaba a ver a las personitas moviéndose, bailando, brincando y perreando. En pareja, con amigos o en solitario. Una fiesta que no tuvo fin en más de 180 minutos.

41 canciones en el setlist. Y además de tocar de este último disco del corazoncito, Benito revisitó el mejor disco de trap latino, y el más completo en su discografía: X100PRE (2018), y hasta dio unas palabras de agradecimiento que se proyectaron cual fractal durante todo el concierto:

«Esto es una celebración para quienes escuchan al Conejo desde sus inicios y hasta para quienes lo empezaron a escuchar hace una semana», dijo Bad Bunny. Aunque muy bonito y emotivo, este bloque de remembranza fue corto; cada canción formó parte de un mash up de electrónica horrible que no hicieron justicia a los himnos del disco que dio inicio a la discografía en forma de Benito.

Poco después, YHLQMDLG (2020) fue revisitado y coreado por quienes no tuvimos la dicha -o el cinismo- de escucharlo en vivo en clubes o fiestas. Para mí, este disco es la media perfecta para medir la transformación de Benito de un reggaetonero consagrado al estatus de leyenda no solo en el nicho, sino en toda la consciencia colectiva.

De manteles largos

Para el cierre de gira, y aprovechando que ya había muchos artistas del género por la gira de Flow Fest en Monterrey y Guadalajara, algunos amigos de Bad Bunny se dieron cita en el Azteca –como te teaseamos en Instagram– para o cantar su pedacito de canción o hasta dos canciones propias.

Sech, Rauw Alejandro, Ñengo Flow, Jowell & Randy, Bomba Estéreo, Buscabulla y Arcángel acompañaron a Benito en el cierre de su gira. Este último con un trato especial, porque fue quien podría decir que «descubrió al Conejo». El agradecimiento de Benito hacia Arcángel no cesó en las cuatro canciones que estuvo sobre la pasarela.

Por otro lado, por fin pudimos escuchar ‘Safaera‘ en su forma completa, porque habíamos escuchado partes de todos los involucrados. Con Tainy en Ceremonia, con Ñengo y Jowell & Randy en Flow Fest; pero acá se dio con todos reunidos, cantada en su totalidad. Una de las canciones más importantes del reggaetón contemporáneo proyectada en uno de los momentos más pesados del género. Una imagen que vale muchísimo por su contexto: El reggaetón en un estadio.

Hip hop latino… pero endémico

El concierto fluyó de maravilla, sin complicaciones técnicas más allá del mal desempeño acústico el Azteca. Por ahí leí que había secciones donde se escuchaba más el grito de la gente que el mismo sonido del escenario.

Pero fuera de ahí, todo bien. Las canciones fluyeron conforme al setlist previamente mostrado, habiendo una parte de atemporalidad donde revistábamos las partes más trap de Bad Bunny, donde los LPs no eran prioridad y los sencillos eran el modo de venta más fructífero.

Diles‘, ‘No Te Hagas‘ y ‘Chambea‘ dieron repasos a los primeros pasos del Conejo. Y en particular, ‘Tú No Vive Así‘ marcó una etapa de Benito y de mismo concierto junto a Arcángel. Acá sentí la verdadera esencia de este género.

Siempre he visto al reggaetón como un anagrama latino del hip hop, porque sigue los mismos principios éticos y morales, además de venir de las calles y sociedades cuyas oportunidades son limitadas. Es entonces cuando los agradecimientos y los reconocimientos por surgir de una cultura con nulas chances salen a la luz.

¡Viva Bad Bunny!

Ya en la recta final del concierto, nos adentramos de lleno en Un Verano interminable. El frío para nada ayudaba a imaginarnos a todos en una playa calurosa del caribe, o en nuestro caso de Colima, Jalisco o hasta Guerrero. Un coquito, una cervecita y una botanita con tus amigos. Al menos así describo yo la última parte del show.

Porque hacía falta un ligero bajón de ritmo para descansar un poquito de las dos horas y cuarto que llevábamos allí, y que ni se sintieron debo decir. La canción homónima, ‘LA CANCIÓN‘ con una palmera voladora, ‘Enséñame a Bailar‘ con tres chicas que se subieron a bailarle a Benito, ‘Andrea‘ junto a Buscabulla y ‘Ojitos Lindos‘ junto a Bomba Estéreo comenzaron a apaciguar el ritmo enérgico para dar espacio a un bloque más calmado y hasta instrospectivo.

Y si el día se pone feo, Benito nos lo hace bonito, porque todos tenemos al menos una canción de este cabrón en nuestras playlist diarias, y si no, en un bar, restaurante o alguien en su coche en la calle. BadBo es consciente de esto, que ha formado parte de la vida de cada presente y de cada oyente que tiene en sus plataformas:

«No saben lo agradecido que estoy con que me hayan permitido ser una parte de su vida, de haberla musicalizado y permitirme poder cantarles aquí en el Azteca».

Posterior, el set llegaba a su final con ‘El Apagón‘, donde antes de comenzar, Bad Bunny comentó lo orgulloso que estaba de ser latino y de llevar nuestra cultura a lugares fuera de las fronteras territoriales y las fronteras culturales. Si de por sí ya sabemos que la canción tiene todo el toque contracultural latinoamericano, este pequeño discurso le dio más peso.

Representación completa, algo blanqueada, pero es lo mejor que podríamos tener. Un artista crecido completamente en un ambiente latino hablando en slangs provenientes de su región y una cultura afrocaribeña que solo se puede dar por acá.

Aquí fue cuando entendí que este tour no solo fue un festejo de lo grande que es ahora mismo Bad Bunny, si no de lo grande e importante que es el género en todo el mundo, y cómo la cultura del reggaetón se ha vuelto parte del patrimonio cultural de toda nuestra historia humana.

Y sí, quizá el concierto fue muy caro para lo que se ofrecía. Porque no había impresionantes visuales o una performance envidiable. Pero el detalle es que Bad Bunny ya no necesita esto, no necesita demostrar nada ni mantener un estatus quo. Sin embargo, cobrar casi $10,000 pesos mexicanos me parece abusivo. El pagarlos o no ya va dentro de la consciencia de cada quien.

Además, no necesitamos más al ver a un Coloso en el Coloso. La simple presencia de Benito impone, como todo buen cangri del género que todo lo que hace son palos y palos. El éxito se lo ha ganado, llevando a una cultura a lugares donde no muchos tuvieron la posibilidad, pero él aprovechó cada pequeña chance, y esto nos trajo a todos hasta acá.

Porque una vez dentro del Coloso, ya no pedimos más deseos, teníamos todo lo que necesitamos.

Tocando techo

Tengo la costumbre de salirme antes de los conciertos para alcanzar buen precio de Uber antes de que toda la trifulca se nos venga encima. Y este caso no fue la excepción, terminó ‘El Apagón‘ y corrí a la salida a buscar algo de comer.

Una torta cubana de $80 me acompañó a ver cómo el cielo arriba del Estadio Azteca se llenaba de colores por los fuegos artificiales. Aquí no quise hacer más que voltear hacia arriba y apreciar. Se logró. El reggaetón llegó a un punto máximo increíble, a un nivel que no se había llegado nunca y que posiblemente no se iguale.

¿Y qué habrá Después de la Playa? No lo sabemos. Lo que sí es que después de cinco años en activo Bad Bunny se dará un merecido descanso de, al menos, todo el 2023 como él mismo dijo. Por el momento, no sé qué pueda pasar con el género, pero lo que sí es que se mantendrá activo en el consciente colectivo latino.

Aún hay Benito para rato al parecer, y la cultura dejó de llevar el prefijo «contra», pues ya representa fielmente a toda una cultura impaciente y para nada inerte que baila al primer sonido de salsa, reggaetón, dembow, mambo, tango, bolero, huaracha, huapango o banda sinaloense.

Porque esto es lo que nos hace ser latinos, y sí, podremos hablar también de la problematización del mismo blanqueamiento que ha tomado nuestra propia cultura ante un mundo regido por el monopolio cultural imperialista, pero por una vez solo disfrutemos hasta donde ha llegado todo esto, y hasta dónde hemos llegado todos nosotros. Nos merecemos bailar un ratito y olvidarnos de todo.