El ocaso de los ídolos y el declive de los artistas

#IntraCassini es una sección donde el equipo de redacción de Cassini aborda un tema de interés propio con completa libertad, siendo un texto puramente opinativo, descubriendo el mundo de cada mente creativa.

Drake, Blink-182 y ahora Frank Ocean se añaden a la lista negra de artistas que en un par de meses han demostrado que el cariño, apoyo y el esfuerzo de sus fans por ver a su cantante favorito tocar en vivo vale menos que una fiesta o un simple capricho.

Y es que las evidencias de la falta de compromiso de estos artistas a su público son innegables:

Cuando dices que por problemas de logística no te vas a poder presentar en el cierre de un festival en Brasil, dejando a cientos de miles de fans que habían hecho un esfuerzo monetario y de tiempo para poder ir a ver tu presentación y en ese mismo día te sorprenden en una fiesta con un rapero famoso en Miami sabes que el problema nunca fue la logística.

Menos si en tus presentaciones previas tu set había sido cortado más de la mitad de tiempo y todo porque te enojaste porque la gente no cantaba tus canciones, gente que ni siquiera habla el mismo idioma.

O bien puedes ser la clase de artista que se lastimó el dedo y se tuvo que someter a una cirugía de emergencia. Algo completamente normal y que los fans entendieron a la perfección y rogaban porque todo saliera bien para poder verte después de años de ausencia de los escenarios y en lo que serían las primeras fechas de inicio de gira de la banda.

Para que al final y sin aviso previo cancelaras la gira por todo un continente y días previos de tu presentación en el que ahora sería el nuevo inicio de la gira de tu banda – muy convenientemente en uno de los festivales más emblemáticos del norte del continente americano y que te cataloguen como “regreso histórico” – dabas a conocer que al final no estabas tan malo como decías porque hasta tuviste tiempo de componer tres canciones, pero no lo suficientemente bien al parecer como para cumplir con las fechas prometidas de tu público latinoamericano en exactamente ese mismo tiempo.

Y el último ejemplo lo pudimos ver este domingo pasado en otro de los festivales más importantes de Estados Unidos, donde otro famoso artista no le bastó con salir más de una hora tarde lo que ocasionó que tocara menos tiempo de lo pactado, sino que además ese retraso se debió a que el escenario que él mismo había pedido a última hora ya no le había gustado y solicitó que lo cambiaran.

La cereza del pastel fue que canceló la transmisión de streaming previamente pactada y salió con tantas ganas de cantar como las de un niño por ir al dentista.

Migajas

Ejemplos como estos lamentablemente hay varios y cada año se suman otros tantos, haciendo de esta lista algo interminable, y es entonces cuando surgen estas preguntas: ¿Hasta cuándo el público tendrá que aceptar las migajas de lo que un famoso quiera darnos? ¿Vamos a seguir ignorando el evidente favoritismo por el público anglosajón y europeo de ciertos artistas y el claro desprecio por el continente latinoamericano que se puede ver por la forma en la que actúan en sus presentaciones de este lado?

Porque ahora resulta que no solo tenemos que batallar para comprar un boleto debido a las malas prácticas de las boleteras y la reventa, sino que una vez que tienes tu boleto y estás rogando a los santos que no te lo clonen, llega el día del evento y logras por fin estar en el recinto esperando ver el acto por el que tanto soñaste, ahora también estás a expensas de los caprichos del artista.

Porque para ellxs al parecer no hay convenio ni contrato que los obligué a tocar y dar lo mejor de sí si ellxs no quieren. Lxs artistas están más allá del bien y del mal y ellos son los que tienen la última palabra y decidirán si esa noche harán su trabajo y tendrás por lo que pagaste por ver o si simplemente darán su mínimo esfuerzo porque ese día así lo quisieron.

Así como hacemos boicot a las boleteras y exigimos que haya mejores precios y menos malas prácticas a la hora de vender boletos, deberíamos exigirles a lxs artistas para que hagan lo que se supone deberían de hacer.

Y no es porque veamos al artista como un producto o como algo de nuestra propiedad a lo que tenemos derecho por haber pagado un boleto, no, simple y sencillamente porque es su trabajo – un trabajo por el que ganan millones -. No estamos exigiendo algo fuera de lugar, estamos exigiendo lo mínimo que merecemos como público, necesitamos menos ídolos y más músicos, porque los tiempos cambian y la era de los rockstars ya pasó.