13. Reseña de Marchita (2022) de Silvana Estrada

Quiero pensar que como artista compartir tu música es algo sumamente personal, y más cuando esta habla desde la desnudez del alma. Mostrarse vulnerable ante un público, muchas veces, es lo que se admira de alguien, y en este apartado me quiero centrar en la mexicana Silvana Estrada, que se perfila como uno de los máximos exponentes del jazz y de la música tradicional mexicana, sin dejar a un lado lo electrónico y lo pop.

Siguiendo los pasos de artistas como Natalia Lafourcade y Mon Laferte, Silvana ha logrado sobresalir en una industria llena de hombres, haciéndose de un público que cada vez crece más

Buscando la experimentación, el primer álbum en solitario de la jarocha se titula Marchita (2022) un álbum austero en el que el instrumento dominante es la voz y el recurso vital es el lirismo poético.

Desde el nombre del álbum se tiene la sensación de que será un recorrido lleno de tristeza y soledad, un camino en el que más de alguno se va a tomar de la mano con Silvana, pues la ingenuidad del primer amor y posterior a ello el llamado “corazón roto” son de los pocos sentimientos que se tiene certeza que a todos nos punza igual, ese dolor en el pecho y la sensación de que el mundo se te viene encima son signos de un caos sentimental.

Muchas veces relacionamos la tristeza con el color azul, pero en este caso la tristeza está ausente de color al igual que el álbum, tornándose en blanco y negro, mostrando la pureza del alma, que poco a poco se vuelve oscura por una soledad que no reclamó.

El ámbito cinematográfico es otra cosa que define el álbum, al contar una sola historia a través de unos cuantos videoclips a manera de mediometraje.

Me viene a la mente la frase “la tristeza es un vínculo para entender el mundo” tal vez sea porque es el argumento principal para una vida llena de drama, y sí todos necesitamos esa pizca de emoción en nuestras vidas, aunque en el transcurso de la desilusión y la necesidad de acompañamiento no lo vemos así. 

El recelo a la soledad

En un conjunto de once canciones llenas de reflexión se narra la alianza con la tristeza, esa necesidad de estabilidad para sentirnos vivos con ‘Más o Menos Antes‘. No se necesita más que un cuatro y una voz que cambia de decibel para que se te erice la piel y desees ser un náufrago en la luna.

En ‘La Corriente‘ relata la debilidad por una sonrisa que al final del día se vuelve la perdición, esa perdición que a un principio no te molesta, pero en la cúspide se desvanece el blanco y negro y se torna un gris turbio, pues es lidiar con la idea de un amor que se esfumó con el tiempo, pero sigue intacto en la memoria.

Arráncame la flor y marchítale la vida

Bien dicen que la esperanza es la última que muere y en ‘Te Guardo‘ no es la excepción, tener esa espinita de un posible regreso mantiene a la raíz fértil a pesar de que esta ya no existe.

En este punto la tónica cambia ligeramente, siendo ‘Un Día Cualquiera‘ musicalizada por golpes y aplausos, dando profundidad a la voz y a la belleza de las palabras que salen del corazón abierto de la cantautora mexicana.

Con la garganta llena de dolor, pero con las ganas de olvidar, Silvana nos da ilusión que borrar de la memoria es el primer paso para renacer entre raíces. ‘Sabré Olvidar‘ enseña que tomar tu distancia es normal, “callar un par de días, alejarme de tu nombre, abandonar mi artillería, abrazarme al horizonte y a olvidar”, son los sencillos pasos para olvidar noches de ensueño, pero probablemente aquí lo único fácil es aprenderse la letra, porque olvidar es un camino muy largo que pocos recorren.

El costo de un alma seducida

Es el momento de hablar de la canción que lleva el nombre del álbum. ‘Marchita‘ es de esas canciones que te hacen sentir muerto en vida. Ese sentimiento de perder lentamente a alguien, de ver cómo con el tiempo la llama de la pasión se hace pequeña hasta llegar a desaparecer, ver cómo pierde su intensidad y se convierte en nada, dejando de lado ese calor que te mantenía a salvo del fuerte frío de la desidia.

Cuando llega la ‘Tristeza‘ imploramos un suspiro que alivie el verbo amar. Esta canción es una súplica a la desolación, para que esta desaparezca y nos deje en paz.

Lo que comenzó como una ‘Carta‘ ahora toma vida en forma de canción y habla de aceptar y desafiar un sentimiento tan confuso y aterrador como lo es el amor, pero no por ese miedo nos vamos a ahorrar dolores y aunque el amor no dura un siglo y el rio no corra al revés, sentir amor es inevitable y eso es lo que hace a nuestra alma florecer.

Casa‘ inicia con un silencio, este no se torna incomodo, pues en el trascurso de la canción se auscultan sonidos hogareños que forjan la calidez del lugar.

Volvemos a las suplicas, pero esta vez es por la calidad de unas manos, de un trueque con la luna y un dueño que tiene las puertas abiertas para cuando quiera volver. ‘Ser de Ti‘ es un grito al mundo de la necesidad de sentirse amado a pesar de perder una guerra.

El disco llega a su fin con ‘La Enfermedad del Siglo‘, una canción que no tiene letra, instrumental y lo que quieras, pero cerrar un álbum donde el instrumento principal es la voz y llegar al final y no escucharla es una forma de cerrar con un dulce respiro al alma.

En conjunto puedo sustentar que la enfermedad del siglo no es el COVID, la enfermedad de todos los tiempos va a ser aprender a amar y ser amados. La profundidad de este álbum nos regala una manera de sanarnos y marchitar es darle paso a un nuevo florecer.